Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

El Arte de la Prudencia

Muchos han comentado que Baltasar Gracián expresaba el pesimismo antropológico y la decadencia de la sociedad española en pleno Siglo de Oro, por lo que su obra no nos queda tan lejos en el tiempo, y en estos momentos recobra una actualidad manifiesta. Gracián tuvo una gran influencia en pensadores de la talla de la Rochefoucauld, Schopenhauer, Nietzsche, profesando también junto a Maquiavelo su fascinación por el individuo capaz de ascender al principado por sus méritos personales. Ambos buscan un “príncipe nuevo”, un “hombre nuevo” que responda al espíritu de los nuevos tiempos. La acertada complejidad de sus aforismos venían a recoger la sabiduría necesaria para el buen gobierno.

A menos de un mes de las elecciones europeas, la vorágine electoral nos envuelve en un ambiente de crispación con una izquierda desatada (que sigue obstinada con su Doble Moral) buscando laminar los apoyos del Gobierno de cara a su asalto al poder, a cualquier precio, con los mensajes del Iº de Mayo como ejemplo. Un Gobierno centrado en ganar la batalla de la gestión por delante de la ideológica, con el desgaste que conlleva esa decisión. Enfundados en nuestro quijotismo decimonónico, hemos avanzado como nación a lo largo de los siglos, alejándonos de la sabiduría sanchista que regó el corazón de Europa espoleada por la tesis luteranas y calvinistas marcando el devenir de las incipientes naciones europeas hasta nuestros días. Ese rasgo que tan bien retrataron nuestros grandes del XIX, el pesimismo generalizado que envuelve la península en cada período histórico, ofrece una visión oscura y negativa de todo lo que nos rodea, generando una violencia psíquica que se traduce en física y verbal y que la Izquierda sabe manejar tan bien combinada con buenas dosis de ultra-nacionalismo. Esa percepción generalizada debe ser combatida con todas nuestras fuerzas, porque las grandes empresas, son posibles cuando se afrontan con esa mezcla de pragmatismo y de idealismo, de «quijotismo» y de «sanchismo» que nos ha caracterizado a los españoles en el mundo.

Sólo desde la valoración de la capacidad innata y del esfuerzo personal podemos asumir los retos que la complejidad de las sociedades modernas nos deparan. Gracián y su barroquismo nos exhorta a conducirnos sabiamente a través de un mundo competitivo y hostil, en un intento por reconciliar ética y política y superar el maquiavelismo mal entendido de el fin justifica los medios. El maquiavelismo en sentido estricto es la actitud pragmática de la actividad política: la eficacia como valor supremo que somete cualquier consideración, incluso de carácter moral, con el fin de evitar males mayores. De ahí la justificación de la crueldad, la mentira, la doblez, como medios necesarios para el gobierno. Gracián pese a estar fuertemente impregnado de la concepción barroca del desengaño del mundo, conserva ese optimismo que le lleva a pensar que el hombre es susceptible de mejorar. Si el príncipe es bueno, el Estado y la sociedad se conducirán con bondad, ofreciéndonos la visión del hombre como “Microestado” cuyo principal objetivo es erigirse en dueño y “rey de sí mismo”, como nos expresa en El Criticón.

La Izquierda empieza a sentir el vértigo de su cruzada, y conforme se acerca la cita electoral a la que fían su futuro el nerviosismo empieza a vislumbrarse en sus formas. La cortina demoscópica empieza a descorrerse con la verdadera encuesta a menos de 30 días de la cita con las urnas, por lo que el reforzamiento de su retórica revolucionaria y decimonónica denota que todos los peces no estaban en el cesto que han estado vendiendo a la sociedad con una agresividad ideológica desmesurada, espoleada por la mayor campaña mediática que hemos conocido, conscientes de que no pueden dejar pasar este tren para alcanzar el poder.

Por ello Gracián está de plena actualidad, ya que la virtud cívica debe conducirnos a una convivencia que enaltezca lo mejor de nosotros mismos y recordando su aforismo número 80, insistir en la Cautela al informarse. Se vive más de oídas que de lo que vemos. Vivimos de la fe ajena. El oído es la segunda puerta de la verdad y la principal de la mentira. De ordinario la verdad se ve y excepcionalmente se oye….. Tengamos presente al escritor que abrió el siglo del Humanismo europeo y elevemos el Debate para mayor gloria de la Política.

Juanvi Pérez Aras

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