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El día de la marmota a los 111 días

El 24 de mayo se acerca de forma inexorable, tan sólo 111 días nos separan de la cita electoral más trascendental de nuestra historia reciente. El clima político sigue calentándose en una nueva versión de aquel fenómeno regeneracionista del XIX. Son muchos los que claman que nos enfrentamos a un cambio de época, yo más bien me reafirmo en que estamos en una época de cambios. Y este es un fenómeno que venimos arrastrando desde que Ortega pronunció su famosa conferencia en el teatro de la Comedia de Madrid el 23 de marzo de 1914, sobre la “vieja y nueva política”, desarrollando las tesis que ya anteriormente Costa y Giner de los Ríos, entre otros, habían advertido. Todos clamaban también contra esa separación manifiesta de la vida nacional, de la política de sus dirigentes, poco ejemplar, y que resumía los males nacionales en ese pesimismo generalizado y una preocupante falta de patriotismo.

Un mal que sigue acechando a la realidad española y que vemos reflejado en el día a día del debate político, lleno de crispación, peligrosamente sobre actuado, donde el respeto y la falta de ética en algunos comportamientos dejan mucho que desear, especialmente en aquellos que configuran el tablero de la política en todos sus escenarios. La Izquierda sigue enrocada en una estrategia suicida, cuyos efectos sobre el sistema están siendo devastadores. La indigencia intelectual que demuestran al desarrollar sus planteamientos, debe ser denunciada por esa falta de rigor de personas a las que se les supone una formación académica y una responsabilidad cívica. No se puede ir con medias verdades ante una ciudadanía que asiste totalmente desmoralizada ante el lamentable espectáculo en el que algunos han convertido la Política. Un reality show que pone en evidencia el paupérrimo nivel de aquellos que dicen representar las esencias de la democracia.

Una vez más Ortega se hace presente en esa opuesta dualidad que nos depara la realidad española. Entre lo que refiere como “la España parlamentaria de la España no parlamentaria, entre los organismos siempre un poco artificiales de los partidos y el organismo espontáneo, difuso, envolvente, de la nación” cuyos caminos van distanciándose día a día por el “anquilosamiento de los partidos políticos”. La dura condena orteguiana a la Restauración canovista, la vieja política, tiene su paralelismo con la estrategia de algunos de socavar los cimientos de nuestro régimen constitucional, romper el espíritu de la Transición al grito de la nueva política. La Izquierda y sus arietes mediáticos siguen ese rumbo hacia ninguna parte.

La convulsión interna en la Izquierda, que vive su propio día de la marmota, provocada por el efecto Podemos, ha encarnizado aún más la lucha por la supervivencia política. El desplazamiento es brutal y las tendencias demoscópicas adelantan un verdadero descalabro en formaciones tradicionales en el espectro ideológico de la izquierda, que todavía no se lo creen. Sólo ha que ver las caras de algunos de sus dirigentes. Y esa inestabilidad interna la trasladan a las Instituciones en un ejercicio de cinismo sin límites, en un juego del todo vale, donde la más burda demagogia y el populismo más rancio dejan entrever las miserias de una ideología trasnochada.

Los silencios ante sus acciones de gobierno les delatan. Agitan al pueblo con los “presuntos” ajenos y callan vergonzosamente ante “sus” miserias. Y eso no es Regeneración, es venganza. La doble moral manifiesta y constatada en sus actos y decisiones es silenciada por aquellos que les hacen el juego, unos medios a los que Ortega también calificaba como corresponsables de la decadencia política y que siguen anclados en esa dependencia ideológica que lastra su credibilidad.

La supuesta superioridad moral de la Izquierda está siendo superada por la fuerza de los hechos. La ciudadanía empieza a ser consciente de que los sacrificios demandados por la acción reformista de los gobiernos populares está dando sus frutos. Aquellos que quieren convertirnos en la Venezuela del Mediterráneo, han encerrado en los nuevos gulag a los creadores de la Democracia, espoleados por sus hermanos helenos. El neocomunismo fagocita a una izquierda que se lo jugó todo a la carta de la crispación social. Generaron el problema, pero en vez de presentarse como la solución, se han convertido también en parte de él. Su día de la marmota va pasando, y el enemigo a batir, el PP, continua su andadura, tocado que no hundido tras la legislatura más difícil que se podía plantear, confiado en que sus decisiones han permitido llegar hasta aquí con una recuperación consolidada. Son tiempos de cambios, y el Partido popular se ha puesto manos a la obra consciente de la responsabilidad asumida con los ciudadanos. Faltan 111 días, que poco para unos y que largo para muchos.

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