Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

El otro Debate del Estado de la Nación

Estrenamos un mes marcado por un calendario festivo que enlaza la Magdalena en Castellón, Fallas en Valencia y nos introduce ya en la Semana Santa. Una proximidad al equinoccio que no atenúa los ecos del Debate del Estado de la Nación, que siguen aún vigentes en un escenario político marcado por una intensa actividad electoral.

Actividad que viene a constatar las diferentes estrategias de las fuerzas políticas para afrontar los nuevos retos que se nos presentan. Así, nos encontramos con gobiernos débiles e inseguros, sometidos a una gran presión tanto social como mediática, sustentados por la propaganda y la demagogia, que al final sucumben a la misma y se ven abocados a la convocatoria anticipada de elecciones. Ello confirma el fracaso de su gestión, al no poder finalizar con normalidad la Legislatura. Le sucedió al PSOE de Zapatero, en su estrategia de huida hacia adelante, tras dejar prácticamente en la ruina a este país. Le ha sucedido a Artur Mas y su deriva separatista vapuleada por el Constitucional, en otro intento de desviar la atención de lo que realmente afecta a la ciudadanía de su territorio. Y le ha sucedido a Susana Díaz en su hábil movimiento para desarticular Podemos en Andalucía y frenar a un Partido Popular que sigue dando la batalla en una tierra donde se constata el fracaso de las políticas de la Izquierda.

El Debate del Estado de la Nación ha vuelto a poner de manifiesto las dos visiones, los dos modelos de sociedad que confirman el crucial momento por el que nuestra Democracia está pasando. Estamos asistiendo, y ya venimos advirtiéndolo desde hace tiempo, a una batalla ideológica entre esos modelos de convivencia. Por una parte, el Partido Popular que ha sabido establecer una hoja de ruta reformista para garantizar una salida de la crisis, que nadie se creía tan rápida aunque aún quede mucho camino por recorrer y que ahora es elogiada por todos. Con un modelo liberal, basado en la Libertad del individuo, de la persona como eje prioritario y central de su acción de gobierno, que tras invertir la grave deriva nacional, tanto social como económica, despliega un avanzado paquete de medidas sociales con las familias y las clases medias como prioridad, tras su decisiva contribución a la salida de la crisis. Y por otro lado, el frentepopulismo de una Izquierda sacudida demoscópicamente por un neocomunismo que no hace prisioneros. Un modelo de sociedad teledirigida desde un Estado omnipresente. Por un Leviatán que dirige, controla y vigila nuestras vidas, en todos los aspectos, anulando al individuo, a la persona y sustituyéndola por la masa, siguiendo el más puro manual del marxismo revolucionario.

Rajoy como hombre de Estado puso en valor la realpolitik. El día a día duro y difícil por el que hemos pasado todos los españoles, y que aún muchos continúan pasándolo, pero que gracias a ese esfuerzo y sacrificio ahora estamos, en tan solo tres años, en una situación inmejorable para seguir avanzando en la senda de la recuperación. La profusión de datos, indicadores, gráficos, no hacen más que constatar que las decisiones adoptadas, aunque difíciles y dolorosas eran las adecuadas. Rafael Hernando, Portavoz del GPP no podía expresarlo mejor:” España es un gran país cuando tiene un buen gobierno que traza el rumbo y sabe a dónde va”. Los otros, enrocados en su propia realidad, en una supuesta superioridad moral que se atribuyen para vendernos un modelo idílico de sociedad que todo lo cura. Pero si ese modelo es tan bueno, si sus políticas son tan efectivas, si los hombres son tan felices en ese modelo de sociedad, ¿cómo es que derribaron ese Muro que les protegía del demonio capitalista y neoliberal?¿Por qué los ciudadanos les han quitado la confianza allá donde han gobernado, salvo la dadivosa Andalucía, tras sufrir sus salvíficas políticas?.

Caen en su propia incongruencia, en su juego de #DobleMoral tan bien escenificado por sus telepredicadores. Por eso, este último Debate del bipartidismo, como muchos lo han bautizado, debe significar un punto de inflexión para poner en valor y plantearnos qué modelo queremos. El de la estabilidad y seguridad, basado en los principios y valores que defiende un Partido Popular que ha aprendido una lección, dura pero necesaria para poder seguir siendo el referente de millones de ciudadanos. O ese otro que desde la teledirigida algarabía asamblearia busca retrotraernos a épocas ya superadas, desde la soflama y el eslogan populista. Ese es el verdadero debate.

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