El verbo «valencianear»

El presidente Fabra ha iniciado la segunda mitad de la legislatura desplegando un programa que implica viajar más. Viajar a Madrid, sobre todo para un político español, no es casi viajar, sino casi casi pasarse por el “otro despacho”. Pero yo creo que el relevo que ha habido en la presidencia de la Fundación Conexus, donde Serratosa ha cedido la vez en la presidencia a Manuel Broseta, se está dejando ver. El almuerzo “Cultura Gastronómica Comunitat Valenciana” ofrecido en  el Museo del Traje es una señal, pero todavía es más trascendente si cabe la participación del presidente en el desayuno-coloquio “El Ave Madrid-Alicante, clave para impulsar el desarrollo económico y turístico”, ofrecido junto con la Ministra de Fomento, Ana Pastor.

Valencia tiene que estar mucho más presente en Madrid. No basta, siendo mucho, la antigua tradición de la Casa de Valencia en el Paseo de Rosales, donde se podía comer uno de los pocos arroces bien guisados en la capital del Reino. Los recortes se han llevado por delante, además, la delegación de la Generalitat en Madrid que prestó unos servicios… digamos que relativos. Es preciso que Valencia, Alicante y Castellón han de hacer peña, “lobby”, como se quiera llamar. Lo tienen que hacer los empresarios, que para eso han creado su Fundación Conexus. Y lo tiene que hacer también la Generalitat, aunque tenga menos recursos que cuando se plantaban aquellos faraónicos pabellones en Fitur, de cuyo nombre no quiero acordarme.

Si España está llamada a salir al mundo y exponerse, si la “Marca España” vive tanto de la calidad de sus productos industriales como de la existencia de mitos deportivos como Nadal, Alonso o Ferrer, la “Marca Valencia” se tiene que fomentar, o si queréis construir, a base de esfuerzo, tenacidad, perseverancia y de ese sentido de la unidad –de los territorios, de los gremios, de los intereses,— que siempre ha escaseado entre nuestras virtudes.

Ahora hace 100 años, las autoridades valencianas (de Valencia provincia) estaban en bloque en Madrid, pendientes de que el presidente Romanones pusiera en circulación una ley que permitiría el aval del Estado en el caso de que la tercera subasta de la línea del ferrocarril directo Madrid-Valencia fracasara como ya había ocurrido dos veces. Desde 1908, cuando el marqués del Turia empezó a pedírselo a Maura, el proyecto era un sueño destinado, desde luego, a enlazar con rapidez el comercio de la capital con el puerto de Valencia, donde se habían terminado los tinglados que ahora veneramos y se levantaba el Edificio del Reloj.

Nuestros problemas, anhelos y creencias, nuestros “demonios familiares” son calcados entre 1913 y 2013. Valencia ha tenido el AVE un poco antes que Alicante, como tuvo un poco antes el ferrocarril por la línea de Almansa (1852 y 1858, respectivamente), aunque el puerto alicantino estaba mucho mejor dotado que el de Valencia a mediados del siglo XIX. Alicante, dentro de unos días, al fin, va a tener servicio de AVE con Madrid: ayer se pusieron a la venta los primeros billetes. Los puertos, las influencias, los flujos de pasajeros, todo pivota sobre los puntos que la transición consagraron: el puerto de Valencia (100 minutos de Madrid en AVE) y el puerto de Madrid (140 minutos) son dos referentes estratégicos si hablamos de hacer negocios en la meseta. De modo que el peor error valenciano, y más en esta salida a trancas y barrancas de la crisis, sería cometer el error no ya de enfrentarnos sino de hacer divergentes las opciones de prosperidad.

Hacer “lobby” no es conveniente, sino obligatorio. “Valencianear”, “Alicantear”, “Castellonear” son verbos que hay que conjugar sin complejos en Madrid –también en Barcelona, Zaragoza, Compostela, Bilbao y Sevilla— porque la influencia sobre las decisiones políticas no solo se conquista en la antesala de los ministerios. Hoy en día es también vital la creación de “atmósferas” positivas, de climas donde la calidad, la creatividad, el empeño y nuestra forma abierta de disfrutar el mundo vengan  a sustituir a los malos rollos del despilfarro y la corruptela que se nos ha querido colocar como etiqueta.

 

Ir arriba