Esperando a Álvarez Cascos con cierta inquietud

En este anómalo verano del 2013, el fiscal y el juez que entienden en el asunto de Luís Bárcenas y sus manejos como tesorero/gerente del Partido Popular, han pospuesto sus vacaciones. Me imagino que en Moncloa y en la sede del PP, de la calle Génova, habrá también un contingente de guardia, no para los incendios propios del estío, sino para los que tiene en brasas a los dirigentes del partido del Gobierno.

Los castizos ya llaman “casting” al paseíllo que les espera a los exsecretarios generales del PP en la Audiencia Nacional. En calidad de testigos, lo que no les permite el beneficio de la mentira del que gozan los imputados. Si no fuera por el linchamiento mediático inherente al concepto de “imputado”, ésta condición reúne más garantías a quien comparece ante el juez que la situación de testigos.

Es difícil dudar de la lealtad hacia el presidente del Partido Popular de los dos últimos ex secretarios generales del PP: Javier Arenas y Mariah Dolores de Cospedal; los dos siguen en el mismo barco que el presidente del partido y del Gobierno, Mariano Rajoy. En cambio, Francisco Álvarez Cascos, que fue secretario general –le recordamos como el “general secretario”, por la contundencia con la que ejercía su autoridad- que ocupó el cargo desde 1.989 a 1999, acabó enfrentado con el partido y con Mariano Rajoy, hasta el punto que le disputó la presidencia del Principado de Asturias en dura competencia electoral. Ganó y abrió una brecha irreparable con su antiguo partido y con el presidente Rajoy.

De él no sabemos qué puede declarar. No sabemos que dirá de la financiación irregular del PP y no sabemos si aceptará que se pagaban sobresueldos en dinero negro. Los posibles delitos fiscales o faltas que se le pudieran imputar están ya prescritos. Pero aquí, en este asunto, la relevancia penal es mínima, aunque es importante que pueda no existir. Lo que cuenta es la palabra dada por el presidente Rajoy en la sede parlamentaria. Una contradicción entre la declaración de Álvarez Cascos en el juzgado, en condición de testigo, y lo afirmado por el presidente, sería letal para el futuro político de Mariano Rajoy.

Dicho en términos vulgares, el presidente ya no solo depende de la palabra de Luis Bárcenas –un “falso inocente” o un “presunto culpable”- sino además de la de quien fue mano derecha de José María Aznar, secretario general del partido durante una década y amigo personal y compañero de consejo de ministros del actual presidente de Gobierno.

El tema Bárcenas no nos va a dejar descansar a los periodistas. Tampoco al juez que instruye el sumario ni al fiscal que ya ha dejado de proteger a Bárcenas. Todos estamos de guardia, en el ferragosto madrileño, pendientes, inquietos y expectantes de saber si en este asunto, además de un “tesorero infiel” tenemos un exsecretario general abducido por un ataque de sinceridad o también de rencor. La verdad que esta todo muy interesante. Casi tanto como en el escándalo Watergate. Allí se determinó que la mentira de un presidente lleva al ostracismo político. Y la historia tiende al mimetismo y a la repetición. Seguiremos informando.

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