La tediosa e insoportable política

Llegó septiembre. Más de los mismo. El verano embalsama las cuestiones para resucitarlas cuando agosto llega a su fin. Y el despertar es de un tedio insoportable. Las ambiciones intelectuales se desarrollan entre los meandros del caso Bárcenas y el último fichaje millonario del Real Madrid. María Dolores de Cospedal pronuncia frases solemnes –“El PP es el partido que más colabora con la Justicia”- con la pretensión que tenía el padre Ripalda cuando redacto su catecismo. El PP se ha acostumbrado a los sermones para aliviarse de dar respuestas. No le va mal; sobrevive nadando en la mentira. No somos feligreses; debiéramos ejercer de ciudadanos.

En el parlamento inglés se produce el milagro, varias veces repetido, de que los diputados le den un revolcón al primer ministro. Los asientos de la Cámara de los Comunes son incómodos y tal vez esta circunstancia les impide conciliar el sueño y les revuelva sus convicciones. En España la política dormita alrededor de cuestiones que se enroscan sin desenlace.

Ni siquiera el sueño olímpico de Ana Botella despereza a los ciudadanos. Todo es una terrible sensación de “déjà vu”. En este país, que el partido que gobierna borre ordenadores con pruebas pertinentes a la Justicia, es solo una anécdota en el lupanar de la corrupción. En la izquierda las cosas no están mejor. Alfredo Pérez Rubalcaba se parece cada vez más a los antiguos vendedores callejeros. Si quieres unas medias, terminas llevándote una peineta. Palabras, muchas palabras y pocas ideas. Desierto intelectual donde los pensadores no encuentran el hilo de su pensamiento. Los ejecutivos siguen matando bisontes en África. Los dividendos de los bancos no se inmutan por las aportaciones públicas perdonadas a esta panda de delincuentes que gobiernan la economía y pretender ser respetables. Siguen sin dar créditos y se han acomodado a vivir de las comisones que pagamos. No podemos cerrar las cuentas corrientes porque no hay ventanillas donde pagar en metálico las facturas. Solo quedan contestadores automáticos para escuchar nuestras reclamaciones. Nos tratan como si fuéramos usuarios obligados de robot sin alma, corazón y vida.

No tenemos nada que decir del ataque a Siria. No pintamos nada en el mundo. El síndrome de las mentiras de Irak nos alivia de tomar partido en las represalias programadas para escarmentar unos ataque químicos. No nos creemos nada de los que nos cuente Barack Obama porque no olvidamos que Bush y Aznar mintieron como unos bellacos. Obama, que llegó a ser esperanza, se ha convertido en otro presidente de los Estados Unidos.

Se nos ofrece la alternativa insoportable entre un sanguinario dictador y unos islamistas radicales que pretenden perpetuar la edad de piedra. Ángela Merkel promete mas austericidio para el sur de Europa. Y François Hollande se enfrenta a la opinión pública. Quiere resucitar la grandeur tirando misiles en comandita con los norteamericanos. Es tan difícil encontrar esperanza que solo cae simpático el Papa de Roma.

Los partidos clásicos están solos; no tienen quien les quiera votar. Los políticos catalanes juegan con la ensoñación de lo imposible. A falta de acciones para crear puestos de trabajo y distribuir dignidad, organizan un reto para la mayor cadena humana de la era de la esclavitud intelectual. El circo es lo único que sigue abierto.

Estoy tan cansado de todo esto que solo espero que llegue el próximo agosto. Es como la nostalgia de un recreo que se ha terminado. Nos han llamado otra vez a clase, pero sabemos que no nos van a enseñar nada.

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