Los brazos abiertos

Tiempo atrás creí haber hecho cierto descubrimiento y he dedicado algún esfuerzo a corroborarlo, me sorprendió gratamente y quiero estar seguro de que no ha sido, por mi parte, una falsa interpretación de hechos. Ha ocurrido entre gente joven, en la treintena y la cuarentena, la edad de mis hijos; se está estableciendo la costumbre de invitar a pasar unos días en sus casas a parejas de su misma edad que habitan en otras comunidades autónomas, precisamente esas que propugnan su separación del resto de la nación. Todos tuvimos, en algún momento de nuestras vidas, amigos o buenas relaciones con personas de estas comunidades, relaciones que se prolongaron durante años y quizás se fueron enfriando con el tiempo y las circunstancias políticas, tanto por una parte como por la otra. Parece que se produce una reacción en nuestros jóvenes contra este alejamiento, los que han sido amigos y compañeros no tienen por qué dejar de serlo por causas ajenas o extrañas a la misma amistad; la cosa es que se cursan invitaciones, que suelen ser aceptadas sin sombra de duda, llegan los visitantes y se disfruta de unos días de descanso, relajación y fraternidad lejos de convencionalismos políticos y fricciones nacionalistas, tratando los temas de la vida diaria de unos y otros. He sido testigo de algunos de estos encuentros, en los que campea el afecto mutuo y la amistad más genuina, se disfruta del ambiente, el entretenimiento y la gastronomía locales, los amigos se comunican sin suspicacia alguna en el idioma común de la nación española, como es lo natural y siempre ha sido, carentes de cualquier complejo. Se produce una reacción en cadena, de forma que comienzan viniendo los amigos cuyo conocimiento ya existía, pero, en llegando, se suman al grupo otros jóvenes de aquí, los siguientes encuentros se producirán con visitantes añadidos de fuera, formándose en poco tiempo asambleas conjuntas más numerosas.

El fenómeno, muy probablemente, se estará produciendo en la totalidad de las comunidades autónomas y, atendiendo a la propia experiencia, se observa la actitud de los visitantes muy lejana a lo que se podría denominar afán nacionalista, se aprecia lo bueno y se disfruta de la confraternización, o sea, lo que siempre ha sido y no tenía por qué cambiarse. Hay que hacer notar que los de aquí, sin excepciones, practican el respeto debido a sus huéspedes y sus posibles ideas contrarias, respeto correspondido por los visitantes, de esta manera los encuentros discurren en perfecta armonía.

Lo que se acaba de relatar, basado en hechos recientes, debe hacer reflexionar a todos aquellos que se empeñan en atacar o defender veleidades nacionalistas extremas. La realidad es que muchos de los habitantes de las comunidades sospechosas no están de acuerdo con correr inciertos albures de separación, quizás ellos no se atreven a significarse fuera de las corrientes oficiales de sus territorios, saben que resulta peligroso y poco conveniente, quizás por esta razón fuera de su comunidad les encontramos mucho más relajados, incluso satisfechos de poder relacionarse de igual a igual con sus conciudadanos españoles, llegando en ocasiones a mostrarse incluso críticos con algunas de las ideas que parecen dominar en sus territorios. En definitiva, en estas reuniones todos se sienten hermanos, ninguno superior ni enfrentado al otro, confío en que continuarán relacionándose cada vez más y los amigos de aquí siempre les recibirán con los brazos abiertos.

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