¿Qué haría usted con 332 euros?

332 euros. Podría ser el precio de un móvil, de una tablet, de un viaje de fin de semana, de una bici, de una habitación de hotelito con encanto para pijos, de un pañuelito de Vuitton o Loewe. Pero no, no es nada de eso. Es el tope de ingresos con el que viven en nuestra comunidad 318.000 personas, el 6,4% de la población. Este dato tremendo e intragable está en el V informe El estado de la pobreza, publicado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN España) y que dieron a conocer recientemente. Les advierto, es una lectura terrorífica. Así, en resumen y sin anestesia: en el ámbito nacional 13.657.232 de personas, el 29,2% de la población, está en riesgo de exclusión social. De ellas 1.730.000 son valencianas, el 34,7% de la población de la CV, un índice que ha crecido más de ocho puntos en los últimos seis años.

Más cifras. 556.000 personas, el 11,3% de nuestros vecinos y vecinas (la segunda tasa más elevada de España) está en algo que se llama “Estado de privación material severa”. Más o menos quiere decir que toda esa gente no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días; no puede hacer frente a retrasos en el pago de hipoteca o alquiler o facturas de luz, gas, agua; no puede pagar la calefacción; no puede irse de vacaciones al menos una semana al año; no puede afrontar gastos imprevistos; no puede permitirse teléfono ni televisión; no puede tener lavadora; no puede tener coche ni ordenador. Les pongo un punto y aparte aquí para que descansen y que capten todas las implicaciones.

Algunas de ellas: esas personas no pueden ponerse enfermas aunque probablemente lo harán, porque a ver quién aguanta de forma saludable viviendo en esas condiciones. Esas personas tampoco pueden decir no a un trabajo de mierda en el que sean explotadas sin compasión. No pueden elegir donde vivir. No pueden escoger un proyecto de vida o hacer planes tipo: “mañana haré tal”, “el año que viene haré cual”, “comenzaré a estudiar algo”.

Y cuando alguna de esas personas esté atrapada en el trabajo de mierda (sí, ya sé que me repito, pero no encuentro mejor modo de definirlo), con un salario de miseria y un horario inhumano, sometida a las inclemencias de la patronal y de las leyes del mercado y el neoliberalismo, pasará a engrosar la lista supuestamente feliz de “ha descendido el paro y estamos creando empleo” que el gobierno exhibe de vez en cuando para decir que la recuperación está llegando. Y mientras, un montón de gente seguirá teniendo frío, hambre y un futuro desolador. ¿No les parece que ya es hora de cambiar y dejar paso a quienes creen de verdad que lo primero son los derechos humanos y las personas?

Por Áurea Ortiz Villeta

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