Rajoy sigue sin nombrar ministros valencianos

Hasta que el actual presidente del Gobierno empezó a ejercer como tal, el valenciano mejor posicionado para entrar en su primer ejecutivo era Esteban González Pons. Pero el cordón sanitario que Génova y Moncloa establecieron alrededor del cuello del PPCV de Camps que heredó traumáticamente Fabra impidió el acceso del exconseller al Gobierno de España, sin duda la razón por la que GPons aceptó irse a Madrid. Como Zaplana, por cierto.

Los valencianos nos tuvimos que conformar con la pedrea de José Manuel García Margallo, el madrileño que susurra al oído de Rajoy desde Exteriores, incluso desde Cataluña, y que, a fuer de ser sinceros, ha ejercido más de valenciano que muchos de los que se tienen por tales. ¿Ejemplo?, Federico Trillo, hoy embajador, pero antes multidiputado por Alicante, a la que iba en elecciones y a los Moros de Alcoy. Trillo, como el ya citado Zaplana, y como García Margallo, nació fuera, pero milita en la Comunidad.

Como Susana Camarero, la eficiente y eficaz valenciana natural de la Meseta, que se ha visto ahora afectada por los anticuerposvalencianos que infectan La Moncloa. Pese a su perfil político (por el que finalmente ha optado Rajoy poniendo a Alfonso Alonso), y a ser la hasta ahora número 2 del Ministerio que hace nada abandonó la dimisionaria Ana Mato.

Rajoy, de esta manera, mata dos pájaros de un tiro: hace ministro a su portavoz parlamentario en pago a los servicios prestados (la señal ­mala­ que envía a sus correligionarios es que le “paga” ahora porque en la segunda lesgislatura, que es cuando tocaba, igual no puede), y sigue castigando a la Comunidad Valenciana precisamente el día en el que por fin Cristóbal Montoro ha accedido (meses después de caducado su compromiso a venir aquí) a recibir al presidente de la Generalitat.

Con otras comunidades, ni lo uno ni lo otro se hubieran atrevido a hacerlo.

Ya les vale a los dos.

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