Y el Rey abdicó 39 años después

Recién conocida la noticia de la abdicación del rey, 39 años después de su entronización, me asalta la duda de cuántos años estuvo Franco en el puesto de Jefe del Estado, y, sí, compruebo que también fueron 39. Como 39 fueron los años que mediaron entre el inicio de la guerra civil que llevó al dictador a la victoria, y la muerte del Caudillo. Y otros 39 años son lo que van desde ese momento hasta el año de la renuncia al trono del rey Juan Carlos.

Jesús Gabriel Gutiérrez, en 2012, daba a entender en las etiquetas de una entrada de su blog dedicada a estudiar cabalísticamente el número 39 en la historia de España (la pérdida de las últimas colonias en 1898, la guerra de 1936, el cambio de régimen de 1975, y la abdicación de 2014) que la noticia que hoy nos ocupa se iba a producir precisamente este año. Sorprendente, e inquietante.

 A falta de escuchar las explicaciones que de su decisión dé el rey, me preocupa el panorama político que ahora se abre ante nosotros, especialmente por el desafío soberanista catalán de Noviembre y la retirada de la primera fila de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Quizá el rey haya emulado a Benedicto XVI, dejando paso libre a alguien con más brío para enfrentar la amenaza separatista. Pero, como dice la socialista valenciana Cristina Moreno, “con tantas cosas que hay que arreglar, ¿tiene que ser todo a la vez?”.

De momento supongo que Serafín Castellano gana tiempo. Al menos esta noticia del inminente ascenso de Felipe al trono desmiente los rumores de desavenencias insuperables con Letizia.

Quizá la imputación de su hermana Cristina tenga ya fecha (o Urdangarín no tenga ya remedio), y el rey haya querido adelantarse a los acontecimientos para cortocircuitar los previsibles efectos en el heredero.

Ahora se entienden las prisas del rey por cerrar acuerdos comerciales importantes para España en Oriente, de donde antes venían los reyes, y adonde ahora ha ido el nuestro.

La noticia de la abdicación ha espoleado a los republicanos y a los amigos del lío, que no son la misma cosa, pero que sí quieren lo mismo: el cambio de régimen. Unos, a la república, los otros, a la anarquía.

Con los precedentes de Gamonal y Sants, en los que unos -lo siento- terroristas urbanos y no los pacíficos manifestantes (que también los hubo) consiguen torcer el brazo a poderes legalmente constituidos, espero que este 2014 no revivamos un 1931. Menos mal que la diferencia es de 83 años, que no es múltiplo de 39.

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