Desconfianza y sin credibilidad

Cuando el Valencia CF fichó para el banquillo al serbio Miroslav Djukic, un familiar cercano a mi me dijo que este no estaba listo para ser entrenador del Valencia y que no duraría ni dos meses en el cargo. Yo no quise escucharle; hoy, no dudo en darle la razón. 

El futuro de Djukic como entrenador del Valencia CF está más que cuestionado y acabado. Hasta hace unas semanas, Djukic tenía credibilidad al 100% del presidente del club, Amadeo Salvo, a través de las siguientes palabras: “Djukic seguirá en el Valencia, pase lo que pase, hasta final de temporada». Desde hace unos días, esa credibilidad se ha ido perdiendo tras la regularidad con la que el equipo suma resultados negativos.

Si bien se está ganando tiempo para contratar al sustituto idóneo de Djukic -ya se conoce la lista de entrenadores-, esta pantomima no es más que una forma más o menos elegante de enseñarle la puerta de salida al actual técnico. Esa no es la solución adecuada para un club de una envergadura tan grande como es el Valencia.

La rueda no para, los partidos siguen y no se demuestra ninguna mejoría ni por parte del míster -que no da con la tecla- ni por parte de los jugadores. Parece que estén disputando una pachanga infantil, dando pataditas al balón sin que la pelotita entre por los tres palos.

La cosa está tan malita que lo único que ha mantenido a Djukic en su cargo es el hecho de que no hubiese todavía una estructura deportiva definida. Ahora que Rufete ya ha sido nombrado mánager deportivo -era un secreto a voces desde hace tiempo-, el alicantino trabaja desde el primer día para instaurar el nuevo organigrama, en el que falta un director deportivo “fichador» que sea su mano derecha en la toma de decisiones.

Salvo ha pasado el bastón de mando del equipo al propio Rufete, que ha querido dar una oportunidad al míster y vigilar de cerca el trabajo de los jugadores antes de tomar una decisión. Lo hará bajando al césped e implantando la grabación de los entrenamientos en plan peliculero, además de otras medidas a tomar.

No es la solución. No es propio de un club de élite. Lo que pasa en Valencia no ocurre en ningún club del mundo: mucho tienen que cambiar las cosas para que todo transcurra por cauces normales y el equipo vuelva a ser una escuadra ganadora. Pero, para eso, los de dentro del club tienen que despertar al ‘gigante dormido’ que no levanta cabeza, dándole prioridad al aspecto deportivo y no al societario. Si el equipo no funciona, no funcionará nada.

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