La canasta se queda sin red

Un servidor siempre tuvo la dañina costumbre de plantearse todo lo que sucedía entorno a su equipo. El Valencia Basket ha empezado este año como un tiro, nadie pone en tela de juicio esa evidencia. Sin embargo, las dos palizas en La Fonteta ante unos clubes defenestrados, sin un duro para reforzarse y que tiran del carro con jugadores desconocidos obliga a pensar sobre la decadencia del baloncesto. Y asusta.

De pequeño me explicaron que cuando uno se esfuerza al máximo nada se puede recriminar. Los equipos españoles son peores que hace cuatro o cinco años y la crisis obliga a reducir presupuestos. En definitiva, a bajar el nivel de la competición. Inevitable tal y como está el país. Lo que nadie me contó en su día es que el trabajo jamás tuviera recompensa. La Liga Endesa ha perdido el rumbo de lo que debe ser una competición. El dramatismo del último clasificado poniendo en aprietos al líder ha pasado a mejor vida. Sin descensos ni recompensas la canasta se nos ha quedado sin red. Sin salsa. 

Si miramos el ejemplo del único ascendido en dos temporadas, el CB Canarias, vemos un soplo de aire fresco que todavía perdura. Mientras, otros equipos en la misma liga vagan entre la dejadez, la rutina y la desilusión. Alguien puede creer que ese estado de ánimo es consecuencia directa del presupuesto, pero no contaríamos toda la historia si lo viésemos solo de esa manera. 

Por arriba, proyectos interesantes como el del Bilbao se quedan atrás por no poder acceder al siguiente nivel, ese al que aspira el Valencia Basket con la Euroliga de premio. Ni CAI Zaragoza, ni Herbalife Gran Canaria tuvieron el suyo el año pasado. Por abajo, sucede exactamente lo mismo aunque entra en juego la crueldad del descenso. Ni Burgos, ni Lucentum, ni nadie. Inmovilismo total. Explícale ahora a un niño de nueve años para qué se juega a esto si todos los premios están adjudicados de antemano. Será otro aficionado perdido.

Los dirigentes de la canasta se han olvidado del espíritu competitivo del baloncesto para poner a salvo sus propios chiringuitos. Desde la Euroliga hasta la ACB pasando por la FEB. Cánones, requisitos mínimos y pabellones han secuestrado el balón. Si el público, destinatario de todo el negocio, se cansa de la pantomima estaremos muertos. Quizás no lo haga dentro de un año. Pero bien pronto querrá algo más de ilusión.

Sin presupuesto se dispara la imaginación, pero sin presión a nivel deportivo lo que aumenta es la comodidad. Por eso me río cuando algunos directivos exigen que se cierren las competiciones cuando sus conjuntos van a la deriva deportiva. El lado positivo de la crisis es que es una oportunidad de oro para la cantera española. Que el nivel de la competición baje es un mal menor comparado con el destrozo que se está haciendo por mantener a flote un statu quo inviable. 

Yo lo que no quiero son más partidos intrascendentes en La Fonteta, que para eso ya tenemos los de Eurocup. ¿De qué sirve ganar un partido de 30 si dudo de la competición? ¿Para qué esforzarse en confeccionar grandes plantillas o encontrar a la perla del mercado por cuatro duros si no vas a llegar a ningún lado? A día de hoy veo a pocos equipos con esa ilusión que me contagió en su día el baloncesto. Al menos, uno de ellos lo tenemos en Valencia. Aunque crea que no sirva de mucho.

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