La catedral de la Pilota

Decenas de comercios de la calle Pelayo están dirigidos por ciudadanos chinos. Peluquerías, bares, billares, locutorios, tiendas de comida y autoescuelas ocupan los locales comerciales de la Chinatown valenciana. Rodeados por todos ellos encontramos el Trinquet de Pelayo. La cancha de pilota valenciana de la ciudad persiste al paso del tiempo y a sus nuevos vecinos. La ‘catedral de la Pilota’ alberga entre sus muros deporte, historia y tradición.

Nos reunimos con Arturo Tuzón, trinqueter, en las instalaciones del Pelayo. Al acceder al inmueble recorremos sus largos pasillos, engalanados con recortes de periódico donde se relatan las aventuras y desventuras de los pilotaris que han disputado en su cancha partidas de ‘escala i corda’, algunas fotografías de visitantes ilustres que han pasado un buen rato en él y regalos de visitantes, amigos y vecinos. Pelayo es el trinquet de referencia de la ciudad de Valencia. El punto neurálgico de la historia del deporte autóctono por antonomasia: la pilota valenciana.

Hablar de la historia del Trinquet de Pelayo es hablar de la historia de la pilota en Valencia

La historia del Trinquet de Pelayo se remonta a 1868. Desde entonces varios trinqueters han regentado el espacio hasta que en 1976 fue adquirido por la familia Tuzón. Desde entonces Arturo Tuzón ha estado vinculado al mundo de la pilota. Se puede decir que se ha criado entre pelotas de vaqueta, guantes y dedales.

Para acceder a la cancha hay que pasar por el bar–restaurante Trinquet. En esta cafetería se encuentran los parroquianos del barrio. Por las mañanas es común ver allí algún que otro grupo de jubilados, y algún ex pilotari, jugando a las cartas o reviviendo memorables partidas de pilota. Tuzón los conoce a todos. Por lo bajo comenta a qué se dedicaban antes de la retirada y revive grandes momentos junto a ellos, como interminables partidas de cartas. “Para la edad que tienen no les cuelas ni una. Ya me gustaría a mí llegar a su edad con esta vitalidad y esas ganas”, comenta Arturo. Entre ellos señala a un hombre, es Rovellet, ex pilotari. “De esos que siempre están en la memoria del Pelayo” añade Tuzón.

Para acceder a la cancha nos adentramos en las entrañas del inmueble. En mitad de un patio de luces de las casas colindantes, se encuentra el corazón del Pelayo: la cancha. Hasta principios de los ochenta fue un trinquete descubierto y las pelotas se colaban en las casas o rompían algún que otro cristal. Tuzón recuerda que los vecinos cuando tenían en su posesión más de una pelota bajaban al trinquete y las devolvían y aprovechan la visita para tomarse un café y rememorar viejos tiempos, en los que los niños del barrio se colaban en las instalaciones para jugar en el trinquet.

Un deporte apto para todos los públicos

“En el Pelayo no hay discriminación de ningún tipo: ni de sexo, ni ideología política, ni de raza… aquí todos somos iguales, amigos y compañeros de batalla. Son muchos años, y el cliente es tratado como un amigo, esta es su casa” – comentaba Arturo Tuzón apoyándose en el palco, ‘llotgeta’ en el argot de la pilota, situado en la entrada de la cancha –  “Aquí se sienta un abogado, aquí un médico, aquí un constructor, aquí un chico de etnia gitana, aquí un ex pilotari…”.

Le preguntamos cómo se puede acceder al palco y su respuesta es contundente: “¡Te lo tienes que ganar! Aquí se sienta gente que lleva mucho tiempo viniendo a ver las partidas, este es su sitio. Cuando ellos falten ya se sentarán otros en su lugar, pero por ahora estos sitios tienen nombre y apellidos”. En la parte superior la llotgeta de autoridades, una zona a la que es más difícil que lleguen las pelotas, que se llena en competiciones oficiales y durante el Trofeo de Fallas, que también cuenta con la presencia de las Falleras Mayores de Valencia.

El recinto de forma rectangular, que tiene 58 metros de largo y 11 de ancho, esta presidido por las murallas, las dos paredes laterales de una altura descomunal. Mirando a la parte derecha de la cancha, Tuzón señalaba el suelo. “Aquí había un escalón, que era parte de una acequia que pasaba por debajo del recinto. Con el tiempo, debido a que este trozo de muro obligaba a forzar el juego a la parte izquierda se decidió quitar; además, muchos pilotaris se golpeaban con el bordillo y sufrieron importantes lesiones”.

‘La partida dels dissabte’

Actualmente, el Trinquet de Pelayo acoge dos partidas semanales: los jueves y las populares, ‘partides dels dissabtes’, además de los distintos torneos provinciales de ‘escala i corda’ organizados por la Diputación de Valencia y la final de la competición Circuito Bancaja.

Entre semana, colegios de la ciudad visitan sus instalaciones junto a sus profesores. Algunos alumnos se animan a probar, en primera persona, el juego de la pilota. Por las tardes es común encontrar a algún pilotari practicando en su cancha y, los miércoles, una escuela deportiva utiliza sus instalaciones como campo de entrenamiento para promover este deporte tradicional en los más pequeños, entre los que quizás se encuentre alguno de los futuros pilotaris de la ciudad.

La evolución de la pilota, de los pilotaris y de los trinqueters

Cuando Arturo Tuzón habla del mundo de la pilota podemos presenciar un brillo especial en sus ojos. Esta claro que este trinqueter vive por y para la pilota. Le preguntamos si algo ha cambiado desde que él empezó a hacerse cargo del Trinquet Pelayo, a lo que responde que mucho.

“Ya no es lo que era antes, ahora todo es más difícil. Hay que tener claro que la pilota tiene su propia industria: sus propios artesanos que realizan las pelotas, sus propios circuitos, sus propias reglas de juego o su propio sistema de apuestas. Hay cosas que evolución para mal, y quizás ese es el principal problema que hemos sufrido en el mundo de la pilota”.

Actualmente asistimos a una conflicto de intereses entre empresas privadas que gestionan partidas y pilotaris y el verdadero espíritu de la pilota, los trinquets.

“Antes, el trinqueter era quien pactaba con el jugador directamente cuantas partidas realizaba al año o cuanto cobraba por partida. Yo intento seguir haciéndolo, pese a que a día de hoy hay empresas que se encargan de estas gestiones, pero el trato directo con la gente que conformamos la industria de la pilota es importantísimo para poder seguir ofreciendo partidas de calidad” añadía Tuzón durante la conversación.

Referente a este tema, Arturo saca del cajón una pequeña agenda que pone encima de la mesa. “Este era el contrato que Pelayo tenía con los pilotaris, venían aquí a mi despacho, pactábamos cuantas partidas jugarían durante el año y a qué precio. Yo les ponía el cuño del trinquet en la agenda y así ya teníamos claro cuándo jugaban aquí. Con esa agenda se movían a otros trinquets y terminaban de configurar sus agendas, de cerrar sus agendas. Este contrato era sagrado”.

Le preguntamos a Arturo Tuzón si la pilota es un deporte que mueve mucho dinero a lo que nos responde que “si el pilotari se organiza y firma partidas puede estar cobrando un sueldo muy digno a final de mes; si a ello le suman las propinas de las apuestas, el jugador puede sacar bastante dinero por una sola partida. Aquí en el Pelayo las apuestas y las propinas siempre han sido de lo más comentado por los pilotaris, se llevaban un buen pellizco a sus casas después de cada partida”.

Los marxadors vocean: ‘a rojos i a blaus’, las apuestas dentro del trinquet

Referente a las apuestas le preguntamos en qué consisten y cómo se regulan. En todas las partidas el trinquet se encarga de contratar a unos corredores de apuestas, marxadors, que van ofreciendo a los asistentes la posibilidad de apostar ‘a rojos i a blaus’. Los espectadores pueden apostar a cualquiera de los dos equipos. El trinquet y el marxador se embolsan ambos una comisión de las apuestas.

A día de hoy sigue existiendo la tradición de ir al trinquet y apostar. Es algo común entre los asiduos a las partidas, tanto en el Trinquet Pelayo como en otras canchas. Para algunas personas, es parte de la esencia del juego de la pilota valenciana.

Antes de despedirnos de Arturo Tuzón le pedimos que nos deje recorrer de nuevo las instalaciones del trinquet. No sabemos qué tiene este espacio pero engancha. Cada una de sus esquinas esconde una anécdota, una historia, un algo indefinible.  

Es un lujo que la ciudad de Valencia aún conserve la esencia y la tradición de un deporte tan propio. A pesar del entorno oriental, el Trinquet de Pelayo es un lugar con historia propia que no renuncia a ser olvidado. Olvidar nuestras tradiciones y raíces debería ser un pecado.

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