Pizzi se retrata

Escribo esta columna cuando ni siquiera se conocen las alineaciones del partido copero de anoche en Mestalla. Asumo el riesgo. No me queda otra que cumplir de forma escrupulosa con mi obligación de firmar esta columna en tiempo y forma, a la que, por cierto, he faltado las últimas dos semanas por imperativos navideños. Caprichos del calendario. Así que estreno el 2014 para hablar de la primera impresión que me ha producido Pizzi; emito mi opinión con moderado optimismo pero sin lanzar las campanas al vuelo, tras haber escuchado voces autorizadas y haber contrastado mis ideas con las de quienes gozan de mayor conocimiento de causa.

Hay varias cuestiones irrefutables, reconocidas por casi todo el mundo. Pizzi se ha implicado en la dirección técnica del Valencia con mayor intensidad, apunten ese término, porque es la clave del principio del cambio. Mientras Djukic se distanciaba de la plantilla porque entendía que en el código profesional de un futbolista hay una serie de preceptos básicos que se dan por asumidos y en los que un entrenador no debe perder ni un segundo, su sustituto ha optado por apretar las tuercas desde la base para que el equipo responda en el campo sin renunciar a repasar lo más elemental. Ya se sabe, se juega como se entrena.

Esta premisa ha delatado al Valencia frágil y ramplón que ha cubierto con más pena que gloria buena parte de la primera vuelta de esta liga. Un conjunto con las constantes bajo mínimos, endeble, y con unas prestaciones limitadas. Tan sorprendente como decepcionante. Cada sesión de entrenamiento en Paterna ofrece ahora una imagen de aplicación y de superación que está en consonancia con la necesidad de recuperar el tiempo perdido. No voy a entrar en los llamativos métodos del nuevo preparador físico, pero la sensación de exigencia que se transmite resulta innegable. La preparación adecuada para competir al máximo nivel empieza por convertir cada entrenamiento en un examen antes que en una rutina.

Juan Antonio Pizzi pasó la prueba del derbi con aprobado alto. Tampoco se esperaba una metamorfosis total, dado el poco tiempo de compartido por el nuevo técnico con el plantel, no había demasiado margen de mejora; los valencianistas desplegaron movimientos basados en el sentido común, buscando las penetraciones por banda e intentando sacar provecho de un arma que se reveló fundamental. No hubo separación de líneas, y se jugó con criterio, pese a las numerosas imprecisiones y algunos errores absurdos. Queda mucho por delante y el entrenador hispano-argentino deberá entregarse al máximo en rectificar y mejorar, pero, de momento, va por un camino acertado. Lo digo sin saber cómo acabó la cita de anoche.  

Ir arriba