Punto sin retorno

Ya está. No hay vuelta atrás. El idilio entre Roberto Soldado, el Valencia y el valencianismo se ha roto y nunca volverá a ser como antes. Creo en el perdón, pero desconfío del olvido y, aunque finalmente el delantero no se marchase, la brecha originada tiene una sutura difícil. Por no decir imposible.

Los movimientos de Soldado -sintetizo aquí entorno, agentes, gestos y demás– sólo dan lugar a una conclusión: quiere irse. Y, aunque me parece lícito, a mí me da pena. Dónde vaya, al menos dónde dice que puede ir, va a encontrar más dinero, y quizá un club similar al Valencia, pero no mejor. Y todo en la vida no es dinero. Al menos no para mí.

Entiendo, comprendo, apruebo y tal y tal que esté en el cénit de su carrera y que los euros ingleses le tienten. Lo entiendo, pero no me gusta. A mí, que aún soy un romanticón, comprobar que el mundo sigue girando siempre en torno al mismo eje me duele.

El amor Soldado-Valencia era un edificio sólido, que crecía piso a piso hasta hace unos días, momento en que surgió la falla, la brecha. Ahora esa relación ha llegado a un punto sin retorno. Ambos pueden seguir edificando su relación por encima de ese fatídico piso en el que la confianza se rompió, pero cuando vuelvan las vicisitudes, cuando vengan los malos tiempos –como sucede en todas las parejas- el edificio se romperá por ahí. Para mí no hay goles, gestos o frases que apacigüen (del todo) la desazón generada.

El presidente, que supongo que como yo andará escarmentado y molesto, lo dijo con claridad: si Soldado quiere volver atrás y reconciliarse con la gente, el problema lo tiene él. Y no es un problema baladí. Amadeo Salvo sabe que tiene la sartén por el mango y a la afición de su lado. No hay duda de que el termómetro de la calle se ha enfriado hasta límites insospechados con el delantero en cuestión de horas.

Para muestra, un botón. Paseando anoche por mi barrio (La Amistat) me encontré con Juanma, mi horchatero de cabecera. La decepción y la amargura por la ‘pérdida’ del punta se habían apoderado de él. Dos esquinas más allá me asaltó mi estanquero (Toni), que directamente y sin mediar un «buenas noches» me hizo un gesto con la mano indicándome la puerta cuando se refería a Soldado y se le iluminaron los ojos hablándome de Fred, Chicharito, Osvaldo y compañía.

 

David Torres (@DavidCanalNou)

Periodista TVV

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