Una tertulia impagable

Lo mejor del fútbol son los futbolistas, cuando se retiran. Entonces, una vez han colgado las botas, vale la pena hablar con ellos porque vuelven a ser personas como el resto de los mortales. Ellos no tienen toda la culpa del endiosamiento popular al que se ven sometidos, pero se entregan encantados a ese proceso de adoración. 

Una vez retirados, cuando la alta competición empieza a ser un recuerdo, son capaces de mostrar la cara más auténtica y van por la vida de otra manera. Algunos se convierten en entrenadores y, en ese cambio de papeles, asumen lo ingratos que fueron con quienes los tuvieron a sus órdenes en su día, se dan cuenta del egoísmo incurable del futbolista y valoran lo complicado que resulta para un técnico desempeñar su función.

No es cuestión de ponerse nostálgico, pero a medida que transcurre el tiempo, observo desde la distancia los comportamientos cada vez más infantiles y exhibicionistas de las nuevas estrellas. Algún sector de la prensa tampoco es ajeno al fenómeno. Antes, pongamos hace veinte o treinta años, existía cierta complicidad entre periodista y jugador que se ha ido perdiendo por múltiples razones. Nuevos tiempos, nuevas modas. La distancia aumenta, el entorno crece, demasiados intereses por el medio. Una barrera infranqueable separa cada vez más al futbolista de los demás. Hay excepciones, por supuesto, y es de celebrar, pero el sistema impone un nuevo modelo de convivencia.

La última semana compartí sendas tertulias con dos ex –futbolistas reconvertidos en entrenadores, ambos compartieron vestuario en Mestalla: Quique Sánchez Flores y Álvaro Cervera. Da gusto hablar de fútbol con ellos: las horas se pasan volando, se habla de todo, del presente y de sus sueños de futuro, se evocan recuerdos, se ríe cuando salen algunas anécdotas divertidas.

Quique vive en el exilio dorado de los Emiratos, mirando de reojo a Europa. Bajo la tutela del todopoderoso Jorge Mendes, el representante de los cinco móviles simultáneos, se dedica a experimentar nuevos sistemas de trabajo, apoyados cada vez más, en la tecnología. Cuando echa la vista atrás y analiza su etapa al frente del Valencia, salen a relucir los momentos duros, pero no oculta su satisfacción por los éxitos logrados- aquel cruce al límite con el Chelsea en los cuartos de la Champions- y su devoción por David Silva, “el mejor futbolista al que he entrenado”.

Precisamente, por Canarias anda Álvaro Cervera, al frente del Tenerife que ha ascendido a segunda A, tal y cómo hizo en su día en Castellón. A diferencia de Quique, Álvaro se ha tenido que foguear en segunda B al frente de equipos históricos venidos a menos como la Leonesa, Real Unión de Irún o el Real Jaén. En todos ellos ha dejado su impronta de entrenador competente, con una personalidad acusada. Se precipitó en un debut accidentado en primera con un club tan inestable como el Racing de Santander, pero de esa lección también ha aprendido. La vida le ha ofrecido nuevas oportunidades. Álvaro tiene madera de buen entrenador.   

 

Paco Lloret

Periodista

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