Adiós al spam telefónico

 

Al hilo de esas molestas llamadas telefónicas a casa, que todos sin excepción hemos recibido, vendiéndonos a deshora todo tipo de productos, servicios y ventajosísimas ofertas, nacen las Listas Robinson. Todos también, nos hemos preguntado mientras las sufríamos si no habría alguna forma de escapar a estas campañas de publicidad de las que involuntariamente somos receptores. Pues bien, la respuesta es que sí y tiene nombre propio y página web: www.listasrobinson.com

Y es que, no es que el libre mercado y la siesta estén reñidos o que Hayek fuera austriaco y no gozara de esos instantes de meditación solitaria, casi trascendente que componen la siesta, es, simplemente, que nos imponen el derecho a la información: Se nos dicta qué conocer y cuándo hacerlo ,anunciando siempre panaceas y tarifas planas que usan los dioses, a horas intempestivas, sin respetarse ya ni siquiera ese sacrosanto momento previo a los clarines de la tarde.

El derecho a la información, que según la ONU “es un derecho fundamental piedra angular de todas la libertades” puede ser un arma de doble filo en un mundo con estímulos de todo tipo y de todas dimensiones. Lo que preconizaba el art. 20.1 d) de la Constitución Española: “el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión” ha conocido como hijos díscolos al spam telefónico así como al postal o al virtual.

La libertad de trashumancia informativa en la era digital ha alcanzado cotas en que necesitamos regularla para seguir siendo libres, algo paradójico y triste para el liberalismo pero a la vez saludable para la capacidad receptora de información del usuario.

Este espacio de libertad frente a la información lo hallamos en las Listas Robinson: “un servicio de exclusión publicitaria al servicio de los consumidores que tiene como objeto disminuir la publicidad que estos reciben.” Es decir la exención voluntaria de recibir publicidad de forma personalizada y uninominal, siendo gestionado este espacio por la Asociación Española de la Economía Digital.

Estas Listas siguen la estela de la Ley Orgánica de Protección de Datos así como la Ley General de Telecomunicaciones y la Ley de Servicios de la Sociedad de Información y de Comercio Electrónico. Las opiniones vertidas sobre su eficacia son siempre favorables: en una media de dos semanas se dejan de recibir esas molestas llamadas publicitarias que, nos apremian además a decidir rápidamente sobre algo para lo cual no hay necesidad generando un situación de presión y de práctica comercial agresiva vulnerando claramente el artículo 8 de la Directiva europea 29/2005.

Es tan simple para el particular como inscribirse, gratuitamente, a través de su página web en ellas y esperar a que el bombardeo informativo cese. Una empresa que inicie una nueva campaña de publicidad personalizada se halla en la obligación, si no quiere ser sancionada, de comprobar que sus clientes no están inscritos en una Lista Robinson.

Parece que el legislador de la mano con la sociedad civil, que amenaza con salir de su letargo, ha encontrado la forma de proteger a los usuarios-consumidores de una indigestión de información. Estas listas no son un rechazo al libre mercado, nada más lejos, es una forma de garantizar la salud mental en la toma de decisiones y llevar al libre mercado a un terreno más racional y eficaz ya que como dijo Will Roger “Si los anunciantes se gastarán la misma cantidad de dinero en mejorar sus productos de lo que se gastan en anunciarlos, ni siquiera necesitarían anunciarlos.”

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