¡Marketing, te odio!

 

Cuando el marketing  sobra y se llena de incoherencias y da paso al gran absurdo. Seguro que ha sentido en más de una ocasión que le tomaban el pelo, que por un lado escuchaba un discurso de cierta marca y por el otro lado todo lo contrario y de forma muy diferente.

Por ejemplo, los casos tan disparatados de las empresas de telefonía móvil. Por un lado tienen unos medios de marketing impresionantes, al alcance de muy pocos y son capaces de realizar campañas publicitarias inmensas y con presupuestos que a más de una PYME le gustaría tener como cifra de ventas de sus últimos 25 años. Pero, al mismo tiempo, ofrecen un servicio que llega a invadir tu intimidad, que no escuchan tus preocupaciones, que no dialogan contigo, es el marketing obsoleto y mal aplicado a miles de clientes, que acaban por maldecir a su compañía de teléfonos móviles…

Porque no se entiende, que puedan llamarte a tu número privado, ofrecerte unas mejoras (en teoría) y que no las aceptes. Pero insisten e insisten y su imagen se ve dañada por tales campañas de marketing y que se basan en estadísticas y probabilidades.

A cuantos más llame, la probabilidad aumentará y tendré un nuevo contrato.  Hoy en día al cliente se le conquista por el corazón, por las emociones y sí, también por los números, pero estos en muchos casos están en segundo lugar.

Por experiencia propia, les cuento lo que me pasó hace un año y medio mas o menos. Recibí una llamada, de mi compañía de teléfonos móviles, ofreciéndome la posibilidad de pasarme de una tarjeta de prepago que tengo desde hace más de 15 años aproximadamente a contrato. Mi respuesta fue clara, ¨no gracias, no necesito un contrato, con mi tarjeta de prepago me sobra¨.  Esta llamada se repitió unas cuantas veces, hasta el punto de ser cansinos, molestos, irritantes…  y cada vez que veía el logo de mi amada compañía, me ponía de los nervios y veía la hipocresía y un marketing mal utilizado, que generó en mí, un particular odio y aprensión hacia esta compañía. Pero no se dieron por vencidos y entonces me planteé enfocar la próxima llamada de una manera distinta.

Mi planteamiento fue el siguiente y el trabajador que me llamó también contribuyó a ello. Como de costumbre, respondí y me atacaron con la misma oferta. Mi respuesta, la de siempre -¨no, gracias¨. Insistieron, me detallaron todas las ventajas del contrato, -¨no gracias¨. Continuaron con el mismo discurso, y misma respuesta -¨no, gracias¨. Volvieron a repetir, lo ya repetido por enésima vez, -¨no, gracias¨. Mi objetivo, era comprobar hasta dónde llegaba la pesadez del trabajador (culpa de la compañía que le obliga a ello) y cuantas veces era capaz de soltar el mismo discurso, sin escuchar a su cliente. Pues, armado de paciencia, el tiempo ya había avanzado una media hora. Y mi respuesta era siempre la misma -¨no, gracias¨ y su discurso no lo cambiaba ni un ápice. Al final después de casi una hora y tras pedirle que me explicara que no entendía de mi respuesta, sin tener ningún dialogo, pues era un monólogo, me puse en mi sitio, le pedí el nombre y apellidos y fue la primera vez, que me colgaron el teléfono con una rapidez nunca vista y hasta la fecha ya no me han vuelto a llamar. Eso sí, perdieron un cliente y mi número de móvil con más de 15 años de existencia.

Voilà! Se acabaron los problemas.

Y usted ¿ha sufrido este tipo de marketing tan odiado?

 

Emil Serrano, Consultant Marketing

@Emil_MKG

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