Mira antes de cruzar, un consejo cada vez más importante

“Mira antes de cruzar”. Con esa frase se resume un consejo que todos hemos dado alguna vez a un niño. Si tenemos en cuenta que los niños aprenden básicamente por el ejemplo que les damos los mayores, lo que nosotros hagamos cuando los acompañamos será básicamente lo que ellos reproducirán cuando comiencen a caminar solos por la calle. Y el consejo de mirar antes de cruzar cobra una nueva dimensión en los tiempos que corren.

Pongámonos en situación. Cuando le decimos a un niño que mire antes de cruzar le estamos estimulando para que tenga una actitud activa frente a la circulación. Mirar antes de cruzar entrena al niño para buscar los posibles peligros de la circulación, reflexionar y decidir una respuesta adecuada que le mantenga en un escenario de seguridad.

Ocurre, sin embargo, que los niños son humanos, y como tales humanos con frecuencia buscan la forma de obtener resultados reduciendo la carga de trabajo necesaria para conseguirlos. Es decir, acogerse a la ley del mínimo esfuerzo, que es muy humano. En unas circunstancias como esas, al niño le resulta tremendamente fácil sustituir la observación por la adquisición de la información mediante otros canales. Por ejemplo, cruzar cuando ve que alguien cruza.

Claro, que para eso se inventó la sabiduría popular. Siempre podemos recurrir al clásico de “¿Y si Felipe se tira por un puente tú también te tiras?”, y de esta manera habremos atajado el problema de delegar en otro la responsabilidad de decidir. En el fondo, al descartar la opción del irreflexivo Felipe y su puente, por no tratarse del sistema más seguro de tomar una seria decisión como es cruzar una calle, estamos yendo más allá en la educación del niño y le estamos ayudando a formarse un espíritu crítico, que falta le hará.

Pero vayamos más allá también en este escenario de acomodación por el cual no hace falta mirar si vienen coches antes de cruzar. Más de un niño intentará convencer a sus mayores de que no es necesario mirar porque a los coches se los oye venir. En cierta manera, ese niño estará apelando a una diferencia biológica que tenemos los seres humanos entre nuestro campo visual, que abarca unos 180 º en el mejor de los casos, con el campo auditivo, que abarca el doble y nos rodea.

Sin embargo, hay dos consideraciones que no podemos pasar por alto. La primera es que los niños pequeños no tienen desarrollado ese campo auditivo hasta que atraviesan la edad infantil. Con menos de 7 años, es frecuente que no sepan detectar con facilidad de dónde procede un sonido. Por lo tanto, no parece un buen sistema de ayuda exclusiva, más si a nuestro nieto lo acompañan otros niños que no han oído hablar de aquel niño y su puente: Felipe, el intrépido.

La segunda consideración nos lleva a hablar de los coches más modernos: los híbridos y los eléctricos, que ya hace un tiempo que se mueven por nuestras ciudades y carreteras. A diferencia de lo que ocurre con los coches de motor de combustión tradicional, los que se mueven con motor eléctrico apenas suenan cuando circulan a bajas velocidades, cuando ni siquiera los neumáticos se oyen rodar por el asfalto. Es decir, en ciudad. Por lo tanto, no resulta en absoluto aconsejable seguir guiándose por el posible ruido que hagan los coches, porque poco a poco estamos viendo más y más coches que no hacen ruido cuando circulan.

En conclusión, no sólo se trata de planificar de forma adecuada la ruta que seguimos cuando vamos por la calle con nuestros nietos, sino de no olvidar algunos consejos que aunque nos parezcan básicos o hasta anticuados, hoy en día son más vigentes que nunca.

Ir arriba