Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

5 de enero, la noche de la Ilusión

Hoy nuestros pueblos y ciudades se visten de gala para recibir a Sus Majestades los Reyes de Oriente, siguiendo la tradición cristiana por la que estos representantes de la universalidad conocida fueron a Belén a rendir homenaje al Niño-Dios. Un día especial en el que la ilusión llena todos nuestros hogares, las caras de nuestros niños se iluminan y todos nos preparamos para recibir ese homenaje a la felicidad transformada en millones de regalos repartidos por todo el mundo.

Y aquí en nuestra Comunidad también nos sumamos a esa ilusión colectiva que compartimos estos días. Una Comunitat valenciana que se muestra radiante. Su luz y su limpio cielo han dado la bienvenida al 2015 en esta tierra de contrastes, en un inicio de año como hacía tiempo no se recordaba. Nuestras calles repletas de gente, los comercios abarrotados, una marea incesante de personas, de aquí y de allá, que han generado sin lugar a dudas un ambiente agradable, quizás como preámbulo a esa tan esperada recuperación. El comentario ha estado en boca de todos. En las tertulias familiares, con los amigos, la referencia ha sido obligada y la pregunta obvia: ¿será verdad que al final de tanto esfuerzo y sacrificio, ahora si que empezamos a ver la luz al final del túnel?

En los tres Mensajes institucionales que he seguido, he comprobado que el hilo conductor ha sido la ilusión. Una ilusión revestida de esperanza en que esto ha empezado a cambiar a mejor. Su Majestad artículó un discurso centrado en la confianza sobre nuestro futuro y recordando su intervención en los últimos Premios Príncipe de Asturias en octubre, puso el acento en que necesitamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar, para generar un gran impulso moral colectivo. Reclamó una profunda regeneración de nuestra vida colectiva para recuperar ese espíritu y ese orgullo de nuestra conciencia nacional.

El Presidente Rajoy también se refería a ese titánico esfuerzo realizado por todos, destacando la complejidad de un año intenso cuyo objetivo primordial era salir de la crisis y consolidar la recuperación de la economía y el bienestar de los españoles. Y en estos momentos todos los indicadores de nuestra economía demuestran que hemos pasado lo peor y ahora llega el momento de recoger los frutos de tanto esfuerzo. Con toda vehemencia explicaba que ahora es cuando no se puede ni bajar la guardia, ni dar marcha atrás. No se puede poner en peligro la recuperación que ha comenzado y que nadie puede negar. Dar marcha atrás en las reformas sería tanto como dar marcha atrás en la senda de la recuperación. 2012 fue un año durísimo, el del gran ajuste; 2013, con las reformas, ya mejoró nuestra situación; este año 2014 ha sido, como anunciamos, el de la recuperación y 2015 será el del despegue.

Así también, nuestro President Fabra refrendaba una acción de gobierno, en la etapa más complicada que se recuerda por esta tierra, para centrarse en los principios y valores que presididos por la Libertad han dirigido la acción del Consell, que se ha basado y se basará en la ejemplaridad, la buena gestión, la participación y la transparencia con los que he buscado recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en las personas que servimos, de forma temporal, a los demás. Una ardua tarea que también empieza a verse refrendada por los indicadores económicos que nos sitúan a la cabeza del crecimiento en España y que le ha valido para confirmar su compromiso de que acabaríamos el año mejor que lo iniciamos, gracias al esfuerzo de los valencianos.

Los hechos y la contundencia de los datos están confirmando que por muchos nubarrones aún visibles en nuestro horizonte, esos mensajes de esperanza e ilusión cargados de compromiso empiezan a calar en una ciudadanía huérfana de referentes. Por eso, en esta noche mágica en la que la ilusión invade todos los rincones de esta tierra de provisión, debemos ser más conscientes que nunca de que no hay éxito sin sacrificio, ni esfuerzo sin recompensa. Es una labor de todos, un llamamiento colectivo para seguir perseverando en todo aquello que nos hace más fuertes como sociedad. Un reto cargado de simbolismo, un mandato cívico inapelable, para conseguir alcanzar cualquier meta que nos propongamos.

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