Asco de ricos

 

En la muerte de Rosalía Mera, cofundadora de Zara y de Inditex, se ha resaltado extraordinariamente que la empresaria gallega era de izquierdas, como si esto fuera algo llamativo. En realidad, lo llamativo es que se destacara ese rasgo. Porque ser de izquierdas, mitos y leyendas aparte,  no es nada excepcional. Menos aún entre nosotros. Los sondeos indican que en España siempre hay más gente que se declara de izquierdas que de derechas. Así que tanta insistencia en la tendencia política de la fallecida sonaba mal. Como si dijeran: “Era la mujer más rica de España, pero (subráyese el pero) era de izquierdas y, por lo tanto, era buena”.

Es sabido que Rosalía Mera nació en una familia humilde y empezó a trabajar desde niña, igual que tantas mujeres de su época, pero logró lo que muy pocas de ellas, es decir, el éxito empresarial y social. Chapeau y ojalá lo consiguieran más. Al hacer exagerado hincapié en sus sentimientos políticos se desenfocaba ese envidiable desempeño suyo. Como si su mérito principal hubiera sido su izquierdismo y no haber contribuido a transformar una pequeña empresa familia en un emporio. Lo que ocurre, claro,  es que se tira de tópicos, y  el tópico dicta que el empresario y millonario de izquierdas es un bicho raro. Pero vale la pena explorar el asunto, porque  tiene más miga.

Es muy común que se vea al empresario como en las caricaturas de antaño. Como aquellos tipos con chistera y puro,  rebosantes de dinero y de malos sentimientos, codiciosos, avariciosos y crueles en extremo. Lo mismo podemos decir respecto del millonario, tenga empresas o no. Hay un resentimiento, que viene y va según las épocas, contra aquel que gana dinero, y si gana mucho, tanto peor. Se sobreentiende que sólo se amasan fortunas gracias al sudor ajeno y a que se sangra al trabajador. No importa que sea un filántropo y dedique fondos a la beneficiencia. Ese pecado original siempre lo llevará a ojos de quienes ven la economía de mercado como un juego de suma cero en el uno gana dinero  porque se lo quita a otro.

Por supuesto, todo el mundo  desea ganar mucho dinero, pero el que lo consigue suscita  sospechas, envidia y rencor. Salvo -notable excepción entre nosotros- que juegue al fútbol. El caso es que en lugar de reconocer que se quiere ser como él, se le reprocha que no sea como los demás. Y ahí, en ese caldo de sentimientos y resentimientos, se mueve la izquierda como pez en el agua. No sólo mantiene viva la caricatura  y castiga -de boquilla – a los ricos. También ofrece una especie de certificado de buena conducta, que viene a decir así: Si eres de izquierdas, aunque seas rico, no estarás entre los malos (los “explotadores”, los “poderosos”), sino entre los buenos.

Cuando el ex marido de Rosalía Mera, Amancio Ortega, uno de los hombres más ricos del mundo, donó 20 millones de euros a Cáritas, se dijo que sólo trataba de blanquear su condición de “explotador”. ¿Se hubiera dicho eso si Ortega se proclamara de izquierdas? Apuesto a que no. Pero, cuidado.  Siempre hay gente a la que no le vale el salvoconducto moral que suministra el “ser de izquierdas”. Así, junto a los elogios a Mera por su izquierdismo, también aparecieron voces que lamentaban que se le diera relevancia a su fallecimiento siendo como era una empresaria multimillonaria, ¡una ricachona! En fin.

La cofundadora de Inditex fue de izquierdas y eso ni la honra ni la deja de honrar. No fue por eso más ni menos. Insisto: no es nada excepcional, tampoco entre la gente adinerada. En realidad, dada la buena prensa de la que goza la izquierda en España, lo extraordinario es que se hubiera declarado de derechas. Que en lugar de apoyar al “Nunca máis” y al “15-M”, hubiera respaldado, pongamos,  a la Asociación de Víctimas del Terrorismo y a los grupos que se oponen a  la imposición lingüística. Pero ya digo: es de mal gusto esa pesada insistencia en sus simpatías políticas. Es como si hubiera que perdonarla por haber sido rica.

 

 

 

 

 

 

 

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