Doble lenguaje

El lenguaje es importantísimo en la vida. Si tu escribes “crowfunding” te estás adscribiendo a un mundo, a un estilo, a una forma de presentarte en la vida, que es muy distinto de si se usa el término “replegá virtual”. Las dos cosas describen lo mismo -cómo reunir 6.000 euros para poder hacer una falla infantil- pero se mueven por caminos intelectuales, y prácticos, muy diferentes.

A mí me fascina que las fallas se adapten a las mil posibilidades que da internet. Si toda la vida se han dedicado a lo mismo, a recoger dinero ajeno para nutrir su fiesta, es obvio que se había perdido mucho tiempo en ese campo. En realidad, ya hace muchos años que las comisiones falleras consiguen abonados por internet, colocan décimos de lotería a través de la red y mantienen el fuego sagrado de su actividad a través de interesantes blogs.

Dicho eso hay que reconocer que la novedad de la comisión infantil de la falla de la plaza de Honduras es su éxito en el campo del márquetin. ¿Qué ha hecho el milagro de que todos los medios informativos hablen de su “invento”? Pues sencillamente el uso de un término moderno que casi nadie entiende -“crowfunding”- con la consiguiente traducción a un lenguaje que la gente corriente pueda entender con facilidad: microfinanciación, o mejor micromecenazgo, para acercarse algo más a la realidad del habla de la gente. Los falleros, a lo mejor sin darse cuenta, han unido el “gancho” de la modernidad con el fundamento de sabores de la tradición. Y les ha ido bien porque todo el mundo ha dado su noticia…

Nuestro periódico, VLC News, en un interesante reportaje, ha tenido el buen gusto de acercarnos el término inglés y, sobre todo si estamos hablando de fallas, usar una modalidad del lenguaje que sea cómoda de entender en Valencia. “Replegá” es un vocablo que se entiende enseguida. Y la primera obligación del periodismo y los periodistas es hacer que los lectores se percaten bien de lo que se está comunicando antes de que, aburridos, pasen a otra cosa…

Lo ocurrido con esa pequeña noticia, la anécdota lingüística que encierra ese deseo de acercarse a la gente, nos debería ser muy útil para otras reflexiones de más envergadura. Los medios informativos, y sobre todo los forofos de ese gremio especializado y cursi que disfruta de nombrar en inglés todo lo relacionado con la informática y las redes sociales, harían muy bien en acercarse a la gente so pena de quedar aislados en su campana de cristal. Los políticos, idem de lo mismo, deberían dejar de usar sus complejos metalenguajes para acercarse a la gente que les sufre y que les vota.

Finalmente, no digamos mucho más sobre ese debate sobre la lengua valenciana que ha regresado a la actualidad política como culminación del desficio. Por descontado que los lingüistas y filólogos deben ser respetados en su especialización; pero es evidente que cuanto más se distancien y desvíen del habla y del sentimiento del pueblo más estarán enturbiando, sin necesidad alguna, unas aguas que se habían pacificado en las dos últimas décadas. Ni que decir tiene que el derecho de llamar valenciano a lo que los valencianos hablan –llamar pan al pan y vino al vino- no ha sido cuestionado por el momento. Pero mejor será que el sentido común siga reinando en medio de los metalenguajes, por el bien de todos.

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