Montesinos

El espíritu nacional valenciano

Hay como mil millones de páginas publicadas en tres días interpretando, valorando o despreciando el discurso del rey Felipe VI el dia de Nochebuena. Ahí están todas las versiones de sus palabras y gestos. Me interesa otra faceta del discurso. Durante estos días mucha gente empieza a manifestar que se siente español y representado por el Rey. Curioso, porque en este país que a quien alardea de español se le califica enseguida de facha y franquista.

No es la primera vez que percibo esa sensibilidad por lo español. El nada sospechoso de fascista, Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, dijo hace poco en una entrevista en una tele que se sentía “patriota” y que quería reivindicar el término y el sentimiento. Algo que no se atreven a decir los Rajoy, Lara, Pedro Sánchez o nuestros equivalentes locales Fabra, Puig, Sanz e incluso Barberá. Es una expresión de la que habitualmente se huye.

Sin embargo registro esa tendencia de recuperar cierto espíritu nacional, que por cierto no tiene que ver con el españolismo anticatalanista o el concepto ideológico del centralismo frente a las autonomías. Es un fenómeno que debería ser tan natural en España como lo es sentirse francés en Francia o alemán en Alemania. Y nadie les dice a unos y a otros nacis o fascistas. Azaña ya intentó reconstruir la nación española y no le dio ninguna vergüenza competir por ello con los nacionalistas de Franco, aunque fueron los franquistas quienes se apropiaron de los sentimientos y por eso ahora resulta tan difícil exhibirlos.

Pero lo que está ocurriendo con el posicionamiento de Pablo Iglesias o los sentimientos que genera el discurso del Rey es señal de que algo está cambiando. Y eso resulta más que interesante, porque por ahí debe empezar la recuperación de la imagen de España. ¿Si los españoles no nos sentimos españoles cómo van a valorarnos por ahí fuera como tales? Es una parte muy importante de los cambios con la crisis económica y su derivada política. Sentirse español, lo cual no quiere decir ser castellano, que esa si es otra dominación que ha impregnado hábitos y códigos de comportamiento.

Y lo mismo deberíamos valorar los valencianos. Aquí hay tres grupos. Unos que pasan y les da lo mismo ser de aquí que de Burgos. Otros que les puede Barcelona que no Catalunya. Y otros que hablan de la patria valenciana como si fuera un karma a construirse a base de repetirlo.
Carmen Iglesias, presidenta de la Academia de la Historia, dice que el aldeanismo es muy peligroso, porque acaba construyendo un nacionalismo local a base de brochazos gordos sobre nuestra historia. Se inventa, se reinventa y se manipula la historia para conseguir cuadrarla con la tesis que se persigue. El mejor ejemplo son las desviaciones autonómicas en Catalunya, País Vasco, Andalucia o incluso la Comunidad Valenciana. La clase política dominante sobrevalora las señas de identidad frente a los derechos ciudadanos.

En la Comunidad Valenciana no aparece el orgullo valenciano. Aparece el valencianismo focalizado en diferentes grupos, cada uno de los cuales exhibe sobre todo una versión de las señas y de la historia, pero no el valor de los derechos ciudadanos y sus derivaciones programáticas. Y claro, así no hay manera de atraer a la sensibilidad valenciana ese grupo mayoritario que le da lo mismo ser de Burgos que de Gandía. El valencianismo ha sido solo señas y siempre ha fracasado porque con eso ya no se construyen nada más que colores. El valencianismo no ha existido a la hora de mantener financieramente la CAM, Banco de Valencia o la Caixa. Incluso el valencianismo ha permitido que el Valencia CF pase a ser de uno de Singapur. Un valencianismo de postureo.

Sin los derechos ciudadanos como bandera no pueden configurarse sentimientos colectivos entre sensibilidades tan diferentes como las que siente uno de Orihuela y otro de Sagunto. La sociedad valenciana se ha modernizado, pero continúa con una mentalidad tradicionalista y localista. Cada uno tiene sus señas para ser valenciano. Desde los procatalanistas hasta los más blaveros. ¿Pero alguien propone una visión valenciana de derechos, economía, financiación, comercio, educación o deporte? Como esto no existe (nos han intervenido financieramente y no hemos movido un músculo) no somos capaces de crear un espíritu nacional.

España recupera el espíritu nacional (y no es un término falangista, sino de la izquierda republicana en 1931), pero la Comunidad Valenciana cada vez es más un barrio de Madrid o de Barcelona en el peor de los casos.

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