Montesinos

El PSOE ya no es un partido de gobierno

Pablo Iglesias puede defender en Podemos una renta básica para todos los españoles y la derogación del Plan Bolonia porque sabe que nunca gobernará. Pero Pedro Sánchez en el PSOE no puede promover crear millones de empleo desde el Gobierno o refugiarse en políticas de igualdad porque sabe que eso no podrá hacerlo desde un gobierno.

Si el PSOE mantiene este fin de semana en su Congreso la línea argumental que ha defendido Pedro Sánchez y los barones en las últimas semanas lo que hace el partido es situarse para años como partido de oposición, aunque pueda ocupar la Moncloa.

Podemos, Esquerra Unida o Compromís (incluso le ha pasado a Bildu) pierden la piel que les ha llevado a ganar elecciones y hasta gobernar en algunos ayuntamientos el día que tienen que pagar una factura. Uno puede decir mil veces que defiende e introducirá la renta básica, pero cuando se sienta en la silla de ministro, conseller o concejal de Hacienda se acaba la demagogia y aparece la cruda realidad.

Por eso son partidos con aspiración de ser siempre oposición, incluso cuando están en el gobierno como Izquierda Unida en Extremadura o Esquerra Republicana en Catalunya, con un discurso oficial melancólico y una gestión de gobierno que incluye los consabidos recortes o el desmantelamiento de servicios ineficaces.

El PSOE (junto con el PP y los partidos nacionalistas) han sido la columna vertebral sobre la que hemos vivido los últimos treinta años. Cierto que es un modelo agotado y que además hace agua, pero incluso para hacer el gran cambio hace falta que sus protagonistas políticos tengan claro que lo que hagan tiene que ser viable.

Es muy barato ponerse a calentar la oreja a la gente con propuestas de gran cambio. De hecho en las elecciones de 2012 el PP prometió cosas que luego ha incumplido. Pero eso es incumplimiento del programa electoral que el electorado puede castigar virando el voto en las siguientes elecciones. En caso se supone que el partido que lo incumple deje de ser un partido con vocación de gobierno.

Lo que está haciendo el PSOE va más allá. Se ha adjudicado un papel como partido de combate contra el sistema, sin darse cuenta que forma parte del sistema. Es lo que hizo Felipe González cuando dimitió en 1979. No trataba solo de quitar cualquier referencia al marxismo. Es que el PSOE tal como entendía la política española estaba condenado a ser un partido fuera del sistema. Y precisamente asumir su papel como partido de gobierno es lo que le ha dado al PSOE las mayores victorias electorales y los mayores tramos de gobierno creíble en España.

Un buen ejemplo a contemplar es el de Manuel Valls (socialista francés) como primer ministro de Francia. Ha dejado de lado toda la verborrea habitual de los partidos y se ha puesto a gobernar, con decisiones estructurales que le están costando un disgusto, pero que no tiene más remedio que asumir si quiere resetear Francia. ¿Por qué los socialistas españoles se van al lado contrario y se empeñan en las políticas socialdemócratas antiguas que son inviables?

Ahora surge de nuevo la tentación de subirse a las montañas. Las continuas declaraciones de Ximo Puig (PSPV-PSOE) en los momentos precongresuales forman parte de un discurso abstracto que se convertirá en polvo el día que Pedro Sánchez se siente en la Moncloa o el propio Puig en el Palau de la Generalitat.

Estamos en Europa, en una sociedad libre de mercado, con unas reglas de juego muy claras. Y además en un país de una idiosincrasia, forma de vida y tópicos muy definidos. Por eso resulta curioso que todas las reformas de las reformas que ahora se pretenden están en la línea de conservar lo antiguo. ¿Es ese el propósito de cambio que proponen Pedro Sánchez, Ximo Puig o Pablo Iglesias? ¿Un salto atrás para mantener el lenguaje?

Las universidades españoles se caen. Las diputaciones. El sistema productivo está cambiando a la fuerza. La sociedad de las oportunidades genera más beneficios colectivos que la sociedad de la igualdad. Y no hay vida sin Europa, sin mercado y sin adaptación a unas nuevas reglas laborales, de la competencia y de la productividad en un mundo globalizado. ¿Qué tiene que ver esta realidad con los anuncios de Pedro Sánchez y el PSOE?

Pueden quedar muy bien al estómago socialista, incluso recabar votos suficientes para un pacto por la izquierda. Pero no son propuestas de gobierno. No son creíbles. Con esos mimbres no puede gobernarse un país en el siglo XXI. Así que o el PSOE cambia ahora su discurso o tendrá que cambiarlo el día que esté en la Moncloa.

 

www.jesusmontesinos.es

 

Ir arriba