Hipertrofia política

‘Hipertrofia política’, escrito por Enrique Arias Vega, exdirector general de publicaciones del Grupo Zeta

A los ciudadanos españoles les interesa mucho más la política que las películas de vaqueros, por poner un ejemplo. Quiero decir que, en vez de conversaciones banales sobre el tiempo, la moda, las relaciones con los suegros y otros tópicos, nuestros compatriotas prefieren discutir sobre la cosa pública.

No hay más que encender la tele para comprobar que las tertulias políticas compiten con éxito con los programas de corazón que antes arrasaban en las ondas. A todas horas, mañana y tarde, hay siempre un canal de televisión en el que periodistas y políticos se enzarzan a analizar (o a tergiversar) la realidad. De todos los países que he visitado recientemente, sólo la empobrecida, intervenida y maltrecha Grecia puede igualarse a nosotros en ese tipo de debates.

Habría que remontarse a la llamada Transición política, hace ya cuarenta años, para recordar semejante propensión. Entonces acababa de morir Franco y la irrupción de la democracia justificaba el interés sobre cómo organizar nuestra convivencia.

Claro es que eclosiones de este tipo conllevan luego la subsiguiente resaca y se pasa de la hipertrofia política a la falta más absoluta de apego a la cosa pública. Es lo que pasó durante los veinte años de desarrollo económico e inusitado bienestar, hasta la crisis de 2007. Entonces, sí, entonces, por la cuenta que nos tenía, comenzamos de nuevo el ciclo de interés por la política que nos ha llevado hasta hoy.

Por eso, que nadie piense que somos un país de conscientes ciudadanos, más preocupados que otros por la transparencia política, la democracia participativa y la justicia social. Si nuestra vida colectiva se endereza, corremos el riesgo de volver a caer en la frivolidad y el desinterés por los asuntos colectivos.

Al tiempo.

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