Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Información y credulidad

Hemos pasado de la desinformación por defecto, a la desinformación por exceso. Es decir, seguimos desinformados.

Antes, las noticias nos llegaban a cuentagotas, filtradas por los intereses de los escasos medios de comunicación existentes. Hoy en día, en cambio, gracias a Internet nos vemos apabullados de comunicados, mensajes, declaraciones, crónicas, informes, reseñas, datos,… que no podemos comprobar y cuya veracidad, crédulamente, no solemos poner en cuestión.

Así, damos por buena cualquier información: desde los sueldos que se atribuyen a algunos políticos al número de adopciones homosexuales en Birmania, por ejemplo. Cuanto más se acomode a nuestros intereses la presunta noticia, más creemos en ella. Ahí tenemos, si no, los datos sobre una hipotética independencia de Cataluña, favorables a ella, según los separatistas, y catastróficos, según los opuestos a la secesión.

Para fomentar aún más la confusión, no se distinguen ni se precisan ni siquiera los conceptos jurídicos: así se usan indistintamente los vocablos de imputados, procesados o condenados para aludir a individuos en distintas fases de instrucción judicial, metiéndolos en un totum revolutum que puede acabar denigrando a personas inocentes, como le acaba de suceder al modisto Francis Montesinos.

Ése es el gran peligro de las redes sociales: la falta de jerarquización de las noticias, la inseguridad de sus fuentes y la credulidad de los receptores de la información. Últimamente, para reforzar su aceptación, los remitentes de tanta hojarasca informativa apostillan: “Esta noticia ha sido publicada en The New York Times” o en el Frankfurter Allgemeine. ¿Alguien se dedica luego a verificar semejante patraña?

Lo malo, pues, no es tanto el seguir desinformados, sino creernos que no lo estamos.

Ir arriba