Inocencio Arias: la diplomacia y la vida

Valencia News empieza hoy una serie de conferencias magistrales con las que persigue que sus lectores, amigos y clientes vayan conociendo mejor la realidad y los problemas del mundo en que vivimos. Inocencio Arias, un hombre curtido en la diplomacia y la vida, un profesional que ama España y sabe hasta qué punto la política exterior es la vida misma, va a ser nuestro primer invitado. Y seguro que con él disfrutamos y aprendemos: de los mercados, las grandes potencias y sus intereses. Es decir, de la vida.

Cuando Jaime I quiso iniciar una política propia, que no cayera en la órbita de Castilla y no fuera dependiente ni de las presiones de Francia ni de la autoridad del Papado, decidió que necesitaba organizar una embajada. De modo que dio las órdenes oportunas y una comitiva de caballeros partió un buen día hacia el norte, hacia las tierras frías del reino de Hungría, con el fin de que le buscaran una novia, a ser posible rubia y buena moza. Pretendía, lo normal: que la infanzona procreara hijos sanos y fuertes para heredar algún día sus reinos, y que el prestigio de los húngaros, gente dura y con malas pulgas, ayudara a consolidar su poder en una Europa donde no estaba todavía la señora Merkel pero el reparto de papeles no era muy diferente al que ahora disfrutamos.

El mandoble, en el siglo XIII, lo era todo. En todas sus acepciones, desde las meramente guerreras hasta las propiamente matrimoniales. El mandoble, el estacazo, la imposición, venían siendo las herramientas de trabajo de la política desde los tiempos más lejanos. Pero cuando el buen rey Jaime decidió montarse él solito una cruzada, cuando hizo campaña para conquistar un nuevo Reino y obtuvo la colaboración de los húngaros –hay quien afirma, con solvencia de datos, que en el asedio a Valencia había más húngaros que catalanes—lo que está es usando herramientas que con el tiempo, la experiencia y la sagacidad, era preciso mejorar.

Jaime I derramó muy poca sangre, en contra de la creencia más común. Jaime I prefería negociar, imponer “por las buenas” sus condiciones, hacer que las ciudades de los moros se avinieran al pacto. Y empezó a aplicar a la política el buen criterio de que mejor que degollar al enemigo era ocupar sus pertenencias, seguir teniéndolo a la hora de echar unos jornales y dejar que rezara en su religión cuando quisiera… siempre que pagara un impuesto adecuado.

Del hierro al pacto, de la sangre a la sonrisa, hay un abismo. Y solo cuando han pasado ocho siglos empezamos a entender que los métodos, cuando se perfeccionan, pueden llegar al refinamiento de lo que en el siglo XXI llamamos diplomacia. Que formalmente fue invento francés aunque en esos tiempos medievales que concebimos como oscuros ya tenía brillantes precedentes. Porque buscarle al Rey una buena moza llamada Violante y hacer que el monarca quede contento en la cama y además saque una buena rentabilidad política a la hora de pactar con el padre y los hermanos de la dama, requiere un buen trabajo. Que solo se puede confiar a gente lista y sensible, adiestrada en la negociación inteligente del manejo de las circunstancias.

Eso es un diplomático. Eso es un profesional como Inocencio “Chencho” Arias, que más allá de su loca afición por el Real Madrid –que incluso se le puede llegar a perdonar— es un hombre con unas dotes extraordinarias, con una cultura enciclopédica y con una hoja de servicios  a España que abarca los momentos más importantes de la segunda mitad del siglo XX: desde la entrada de España en la OTAN y el Mercado Común a las dos guerras del Golfo, incluyendo el controvertido momento de Irak, los pies de Aznar y Bush sobre la mesa y tantos otros instantes de la historia, de nuestra historia como pueblo.

Como el protagonista de los “Episodios Nacionales”, solo Chencho Arias y unos pocos españoles más pueden decir el “yo estaba allí”. Solo él ha asistido a nuestros líderes tan intensamente; sólo él ha defendido los intereses de España –políticos, sociales, económicos, industriales, culturales– en tantas oportunidades. Y eso incluye, desde luego, momentos duros en los que la obediencia requería actuar contra las propias convicciones de un profesional que en ese punto debe ser impecable.

Hoy tenemos la suerte de poder abrir el Club de Empresas de VLC News con una disertación de Inocencio Arias en la que abordará un complicado crucigrama: el de Estados Unidos, el imperio indiscutible, frente a Europa. Frente a una Europa que desde allá no se entiende bien porque acá tampoco acabamos de formarla ni entenderla. Estados Unidos, en el contexto competidor de un puñado de pueblos emergentes –China, India, Indonesia, Bangla Desh, México, Brasil…– enfrentada a un puñado de países antiguos que han tomado en serio la pretensión loca de unir sus economías con una moneda que llaman euro.

Estados Unidos, que por dos veces se dejó miles de vidas en las playas de los desembarcos para sacarle las castañas del fuego a una Europa que caía en la estúpida tentación de la guerra, como en los peores momentos de la Edad Media, para matarse a causa de los caprichos de dictadores borrachos de ideologías intolerantes. Europa, la culta y la delicada, la diplomática y la sensible, ante ese gigante democrático y económico –quién sabe si con pies de barro a estas alturas— que se forjó a base de europeos que emigraban hambrientos.

Esperamos mucho de Inocencio Arias. Esperamos que su conferencia de hoy, su coloquio con los valencianos a través de VLC News, nos proporcione claves para entender la vida. Porque él sabe mucho, lo sabe todo, de eso mismo: de diplomacia, negociación, información y equilibrios de poder. Es decir… de la vida.

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