Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

La coherencia de Zapatero

El problema de Rodríguez Zapatero no es sólo que no tenga nada que hacer —que no lo tiene—, sino que además no sabe cómo hacerlo. Por eso, el hombre se apunta a un bombardeo.

A otros ex jefes de Gobierno les ofrecen substanciosas conferencias aquí, allá y acullá para que compartan experiencias y conocimientos, lo que no sucede en el caso que nos ocupa. Al parecer, el mundo considera que Zapatero no sabe nada que merezca ser conocido.

De ahí las escasas y poco airosas apariciones públicas de nuestro hombre. Hace poco fue la inesperada visita a un Raúl Castro en espera de jubilación forzosa. Últimamente, su presencia en una reunión internacional en el Sahara, para mayor gloria del régimen de Mohamed VI y el atónito cabreo del Gobierno español, de su propio partido y de toda la comunidad internacional en desacuerdo con la pretendida anexión marroquí.

No es mucha actividad pública, no, pero es la que hay. Tampoco puede acusársele de incoherencia a nuestro ex Presidente, ya que cuando estuvo en ejercicio también fue contradiciéndose sobre la marcha, consiguiendo enfadar a propios y extraños para acabar siendo olvidado por todos.

Al menos, dada su inanidad, a Rodríguez Zapatero no hay que reprocharle corrupciones, malversaciones y otras prácticas irregulares. Si hubiese sido un sinvergüenza, habría hecho como el alemán Gerhard Schröder, quien tras conceder el monopolio de gas durante su mandato a los rusos, ha acabado con un puestazo y un sueldo a tono en Gazprom.

Claro que hasta para ser un bribón y un tunante hay que tener cualidades que, al parecer, no adornan precisamente a nuestro protagonista.

Ir arriba