La sartén y el cazo

Feo, muy feo, el paisaje público, en vísperas de la Virgen del Carmen, lo vemos todos muy feo. Vemos al rey haciendo el esfuerzo de recomponer en Marruecos el nivel de crédito que siempre tuvo; vemos al príncipe preparándose para entregar los despachos en la Escuela Naval de Marín, a la sombra del “Juan Sebastián Elcano” en que navegó, pero el paisaje político se nos deshace entre las manos, como un puñado de arena.

Resistir. Esa podría ser la palabra del verano. Pero es mucha resistencia la que se precisa, es excesivo el crédito que se pide a los electores, cuando los mensajes del presidente que se acaban de difundir no se desmienten, no se discuten, se utilizan solo para el argumento débil de que no le valieron a Bárcenas para escapar.

Mal si ando, mal si no ando. Mal si resisto, porque al aire del verano puede hacerse irrespirable. Y mal si se toma cualquier determinación, si se mueve ficha, porque eso es admitir un flanco débil… Mal si cambia una sola pieza del Gobierno o del partido, mal si se lleva adelante la moción de censura. Mal, se haga lo que se haga, porque el asunto es endiablado y ya se sabe en manos de quién está: del juez Gómez de Liaño, del director de “El Mundo» y del propio Luis Bárcenas. De modo que va a complicarse, semana por semana, aunque en la Moncloa lo que necesitan es tiempo, que venga enseguida septiembre, cosa que no va a suceder.

El PSOE, el del caso de los Eres andaluces, el que se desgaja por Cataluña, el que tiene tantos problemas como el PP y tomaría las mismas decisiones que el PP si fuera llamado a gobernar, ha pedido formalmente la dimisión de Rajoy y la llegada de otra persona a la Moncloa. Le dijo la sartén al cazo…

En teoría, nada de lo que se sabe ahora a través de un periódico es nuevo sobre lo que ya informó en febrero otro periódico. Salvo los mensajes telefónicos, un gran error, una imperdonable debilidad que jamás debería haber cometido un presidente del Gobierno. Una torpeza que compromete gravemente…

Y todo eso, en el momento peor, en el instante más delicado. Cuando la economía española, en sus primeros atisbos de recuperación, requiere cualquier cosa menos esto. Porque es ahora cuando la recuperación de la economía debería estar más acompañada por una estabilidad política máxima y no por esta trapisonda política.

Puche 

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