Los boy scouts se presentan en sociedad

Cientos de valencianos les vieron pasar, entre curiosos y divertidos. Vestían con un cierto aire militar, pero llamaban la atención por sus pantalones cortos. El sombrero de ala, con cuatro pellizcos en la copa, era una pieza original de su uniforme. Desfilaban marcialmente, pero no eran soldados. “Eixos qui son?”, preguntaba la gente. Eran muchachos exploradores, en inglés “boy scouts”. Y en la Feria de Julio de 1913 se presentaron en público por primera vez en Valencia.

“El 30 hicieron su presentación, en un festival que se celebró en la Pista de la antigua Exposición, el batallón de los “Boy Scouts”, institución creada para educar a la niñez en los ejercicios físicos e inculcarles el amor a la patria”, dice el Almanaque de “Las Provincias” al reseñar los hechos más destacables del mes de julio de 1913. Y esta presentación, la primera que hicieron en público en la ciudad, lo fue, en efecto; porque en muy poco tiempo, apenas dos años, el escultismo había alcanzado en España una enorme notoriedad y, lo que es más interesante, una gran simpatía por parte de la sociedad.

Este afecto se demuestra también a través de las dos páginas que el citado Almanaque dedicó al movimiento scout. En ellas se informa de quién fue el fundador de la institución, “el insigne defensor de “Mafeking” (Transvaal) general sir Robert Baden Powell”, así como de sus objetivos, que “puede sintetizarse en estas tan sencillas como incomparables ideas: formar el carácter de la juventud y vigorizar su eocnomía humana, haciéndola apta para que su propio impulso eleva a cada uno a ser hombre útil a la familia, la sociedad y la patria”.

El escultismo, que se presentó en España en 1911, a través de Teodoro de Iradier, capitán de caballería, y, Arturo Cuyás, escritor y publicista, comenzó a crecer con rapidez en Madrid y Barcelona, donde se organizaron los «Exploradores Barceloneses». El 30 de Mayo de 1912 se publicaron las primeras noticias sobre la organización, que, un mes después, vio aprobados sus estatutos en Madrid, lo que dio paso a la creación inmediata de agrupaciones locales.

En Valencia, Fernando Vidal Pozuelo, comandante de Caballería y buen amigo de Iradier, fue el creador de la primera agrupación, en el otoño de 1912. “Las Provincias” señala que “para que le ayudase en la bella obra, recabó el concurso de tan entusiastas elementos como el activo propagandista y estimado colaborador nuestro, don Adelardo Grajera y el ferviente amateur de la educación física don José Ortega de Armas”. La primera junta formal de la organización, según el periódico, se celebró el 30 de abril en casa del alcalde de Valencia, Fernando Ibáñez Payés, hecho que contribuyó a unir al proyecto muchas voluntades de personas notables. Así las cosas, en solo dos meses dice al Almanaque que los exploradores valencianos llegaba a los 700, “distribuidos en doce grupos”, mientras el número de socios protectores se elevaba a trescientos, con un importante comité de socios de honor.

El rey Alfonso XIII colaboró no poco en el éxito de los “boy scouts” españoles. En cuanto hubo ocasión visitó un campamento de exploradores en Madrid y convivió con los jóvenes en el campo: las imágenes dieron la vuelta a España y favorecieron la difusión del movimiento y su simpatía popular. El 27 de abril de 1913, en el campo del Athletic de Madrid, los reyes asistieron a un festival con motivo de la promesa en el que participaron 2.397 muchachos madrileños.

Pero este éxito aún habría de multiplicarse: “Al llegar la Feria de Julio contaba la Asociación con 1.400 inscripciones, y toda Valencia admiró la bella y culta fiesta celebrada en la Gran Pista de la Exposición, el inmenso esfuerzo desarrollado, el paso de gigante dado en loor de tan utilísima acción humanitaria”. Los valencianos, en efecto, disfrutaron asistiendo al festival celebrado en lo que había sido Exposición Regional y viendo sus desfiles y actividades. Además de los desfiles y las tablas gimnásticas, los exploradores hicieron la ceremonia de la promesa.

También dice el Almanaque del períodico, para dejar las cosas en su punto de realismo, que a causa de “nuestra especial idiosincrasia” el número de participaciones y socios había menguado no poco para el otoño de 1913. Cita la apatía y la indiferencia como factores y dice el periódico que “impelidos por vientos de fuera” hubo quienes “combatieron la idea”.

De todos modos, pasada la fiebre inicial y el bajón consiguiente, el escultismo valenciano no se desanimó y consiguió un firme punto de partida que le ha hizo llegar a ser una institución respetada por la sociedad valenciana y asentada entre la juventud. Varios centros escolares prestaron su inciativa para que la institución pudiera cumplir sus fines entre la juventud estudiantil. El éxito de la exposición que el año pasado se celebró en la Biblioteca Valenciana para conmemorar este centenario así lo demuestra.

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