Los programas vs las promesas

Llega el momento de ver qué quieren hacer los partidos políticos con los miles de votos que puedan obtener en las elecciones. La maquinaria electoral tiene varios hitos y uno de ellos es la elaboración de propuestas que piensan que deben y pueden hacerse. Con lo que cuentan los partidos es que los votantes, habitualmente, no se leen los programas electorales y que estos se quedan con las tres o cuatro frases brillantes de los líderes. Es una pena que así sea porque quien se lea estos habitualmente farragosos documentos, se dará cuenta de varias cosas que van más allá de las propuestas concretas. En primer lugar se percibirá si el partido político se apunta a un bombardeo con tal de tener propuestas electorales que le diferencien del resto de opciones o, simplemente, le vinculen con algunos grupos de presión para lograr un respaldo digno. Si es así, estas opciones suelen hacer documentos recopilatorios de páginas web de asociaciones, entidades varias, o fundaciones y, sin más pretensiones, cubren el expediente y logran un documento de word lo suficientemente largo para ser maquetado y, una vez encuadernado, lo titulan “Programa electoral” en primera página junto a la marca. Esto, más que un programa de algún tipo, es una casuística electoral con pretensiones formalistas.

Lo segundo que podrá diferenciar el avezado votante es si lo que está leyendo es una “Carta a los Reyes Magos de Oriente” o un programa con propuestas serias y pensadas. El papel soporta cualquier cosa y pedir es un vicio barato. Tiene el inconveniente de que alguien se lea el documento -un periodista por ejemplo – y pregunte cómo se va a pagar esto o aquello que se pide. Pero eso no suele pasar, salvo que seas una opción posible de gobierno y entonces sí que has de prever estas eventualidades periodísticas para que no te pillen en un renuncio. O peor aún, que una vez llegado al gobierno los impertinentes ciudadanos exijan que lo cumplan y entonces, los gestores de turno, se den cuenta de que lo prometido cuesta un riñón o algo más y no pueden llevarlo a cabo. Un programa hecho como los cánones mandan, suele incorporar una evaluación de tiempos y costes porque no estamos en tiempos de cumplir con lo que se debe hacer sino con lo que se puede hacer.

Además el lector de programas electorales -que los hay- podrá darse cuenta de si la opción electoral tiene prioridades definidas o todo el programa es un totum revolutum en el que la defensa del samaruc tiene la misma extensión que la defensa del empleo público y además va a continuación, sin solución de continuidad, de la creación urgente de la conselleria de la igualdad o la supresión de todos los organismos públicos sin saber muy bien qué es eso. Me refiero al samaruc, por supuesto. La falta de prioridades supone que todo deberá hacerse, no ya en los cuatro años de la legislatura, sino en los tres primeros meses de la acción de gobierno y puesto que no hay propuestas más importantes que otras, da igual si hacemos primero embalses para la protección del samaruc, creamos la conselleria o disolvemos el IVAJ. Incluso podemos proponer una ley con un rimbombante título que apruebe las tres cosas a la vez, no vaya a ser que se les pase algo.

Si se profundiza un poco más y se lee con mayor detenimiento el programa se podrá averiguar, además, si el partido se presenta como opción de gobierno o lo que de verdad quiere es obtener unos cuantos votos para tener diputados, estar en una cómoda oposición y salir de vez en cuando en los telediarios. Gobernar, ya les digo yo, es un asco y hay que tener mucho sentido del servicio público para querer gobernar. Un programa para la oposición se hace contra “lo otro” sea este cualquiera cosa o persona que no sea “uno”. Si los otros proponen o han hecho una rebaja lineal del IRPF pues lo que cabe es, o subirla o bajarla más, sin mayores explicaciones de una cosa o su contraria. Que tanto da que da lo mismo. Si se propone duplicar una carretera pues van y proponen anularla o triplicarla, que siempre es mejor que sobre que, que falte. Además este tipo de programas sirve tanto para el partido en la oposición como para el que viene gobernando porque cabe incluso proponer cosas que no se han hecho o precisamente se ha hecho todo lo contrario, pero que de seguro – palabrita del niño Jesús – se harán en los próximos cuatro años.

Finalmente, podremos averiguar si la opción electoral tiene política o ha caído en el síndrome de “El Gran Visir Iznogud” que, como todo el mundo sabe, es un personaje de tebeo que lo único que buscaba era ser “califa en lugar del califa”. Estos programas electorales, que no tienen ni ideas ni política, son una justificación formal para presentarse a las elecciones contra otros partidos por la simple preocupación de que los que mandan dejen de mandar y obtener el mando para mandar. Luego en cuanto se pueda, se hará lo que se pueda y, por toda explicación, se utilizará aquella frase del viejo profesor Tierno Galván que dice “las promesas electorales están para no ser cumplidas” y justificar así lo injustificable. Y seguir sin saber qué es el samaruc. Estos partidos suelen tirar de cuestiones formales o identitarias, buscan la confrontación en las formas, provocar o recuperar enfrentamientos superados para evitarse la desagradable situación de tener que explicar las medidas propuestas y no cumplidas. Son en definitiva partidos que buscan el poder por el poder a costa de lo que sea.

Y por fin, tenemos programas de gobierno en los que se plasma lo que se quiere hacer planteando las dificultades y las posibilidades de llevarlo a cabo, priorizando medidas y estableciendo un orden para realizarlas, diciendo quién, cómo y por cuánto se va a hacer, sabiendo que la legislatura son cuatro años, cuáles son sus efectos y cómo se podría continuar en el futuro. Y si hubiera que completar el programa de gobierno este debería añadir las medidas en los primeros cien días que incluyeran algo más que los nombramientos de altos cargos. Mi recomendación a los votantes es que se lean los programas, críticamente, sin pararse en las promesas concretas y evaluando lo que subyace a la elaboración del programa. Prometer es fácil, programar es más complicado pero eso es precisamente lo que ha de votar la ciudadanía, propuestas para cuatro años y no promesas que se lleva el viento.
En todo caso lo que me tiene ensimismado es la desfachatez del candidato de la derecha valenciana, señor Fabra, que tiene el descaro de prometer, a mes y medio de salir del Palau de la Generalitat, medidas como la del cheque energético por 100 euros para personas en situación de emergencia cuando su plus por vivienda – aunque viene a trabajar a Valencia viviendo en Castellón -, es de 788,85 euros al mes.!! Lo que habrá que ver cuando se puedan conocer toda la verdad ¡¡.

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