Montesinos

Oferta y demanda en el mercado político

El ciudadano construye su demanda y la expone. Y los políticos deberían atender esa demanda con una oferta consecuente. Pero en política el proveedor propone una oferta que no tiene qué ver con la demanda. El político no escucha a su cliente y quiere que este solo atienda a su oferta. Como en estos momentos eso es imposible viene el descalabro.

Y eso es lo que está pasando en España y por añadidura en la Comunidad Valenciana. Durante muchos años cualquier pueblo demandaba una carretera (mejor una autovía), una piscina de invierno, un aeropuerto, una Universidad, cien colegios y un AVE. La demanda estaba retroalimentada además por el interés histórico del político (desde Primo de Rivera)  en fomentar la obra pública de cualquier tipo y condición. El ego de los pueblos encaja perfectamente con el ladrillo y su reguero de dádivas.

Pero en los últimos años la demanda ha cambiado. Ya no es material. Solo en los medios de comunicación (el reguero del ladrillo) sigue existiendo esa reivindicación de carreteras, un AVE o la obra pública como ejemplo de interés político por un pueblo. Las gentes demandan valores, liderazgos, emociones, ilusiones, que alguien les convenza que este o aquel son el mejor camino hacia la mejor calidad de vida. Nadie sueña llegar al Nirvana con una autovía, aunque las demandas actuales tengan algo de místico.

Cuando el Rey abdica para dar paso a su hijo (mil lecturas aparte) hay un deseo de romper con todos los vicios creados alrededor de la Monarquía y dar paso a una imagen con más frescura. Alguien que tenga credibilidad. Y hasta el Papa Francisco concede una entrevista en televisión para hablar de Dios y del Campeonato Mundial de Fútbol, con una frescura que no transmiten ninguno de nuestros políticos al uso.

Cuando estamos hablando de un AVE privado de Madrid a Valencia, de que las aplicaciones en internet destrozan el monopolio en el transporte de pasajeros y de mercancías, cuando el doctor Alvaro pascual-Leone dice que puede entrenarse un cerebro para mejorar un líder, cuando hay que estudiar una carrera on line porque las universidades valencianas son ajenas al mercado laboral; cuando están ocurriendo todas estas cosas a los ciudadanos, los políticos al uso no pueden hablar un lenguaje caduco y mucho menos presentar una oferta que nadie quiere comprar, a no ser que les metas el miedo y la demagogia en el cuerpo.

Es el éxito de Podemos, con todas sus exageraciones populistas. Y es el respaldo mayoritario a la calentura soberanista en Catalunya. Es el mejor ejemplo de como la demanda política no tiene que ver con la oferta mayoritaria que hay en este país. Por eso hasta Cayo Lara camina hacia su precipicio y Vidal Cuadras se la ha pegado con Vox. Quieren prefabricar la demanda.

Es por ejemplo la secretaria general del PPCV, Isabel Bonig, que no puede seguir insistiendo en el término reivindicación frente a Madrid porque eso es antiguo ( y de izquierdas). La gente hace un todo de la política y le importa una higa si Fabra quiere enfrentarse a Rajoy para tener dinero con el que mantener la autonomía. Ese es su problema. Entre los clientes del PPCV nadie quiere que Bonig o Fabra encabecen una manifestación hasta Madrid. ¿Entonces por qué la flamante secretaria general insiste? Porque no sabe interpretar cuál es la demanda que tiene su electoradoel fijo y el que debe recuperar.

Peor en el PSPV de Ximo Puig, donde unos son prosoberanistas porque lo dice Madina y otros españolistas porque lo dice Pedro Sánchez. Y como mucho se lían a demostrar que son más rojos  que Marga Sanz, Enric Morera o el Pablo Iglesias local. Todos ellos hacen unas ofertas prodigiosas, propias de Macondo, pero ninguno tiene en cuenta la demanda ciudadana. ¿Alguien quiere saber de verdad qué quiere el usuario valenciano de la sanidad pública? ¿Alguien pregunta a los padres sobre qué opinan de las universidades valencianas?

Hay una oferta política desprestigiada, desmovilizadora, con poco que ver con la demanda. Pero tranquilos. Eso no va a cambiar. La mayor parte de los políticos valencianos y en conjunto los españoles (hay buenas excepciones en la Comunidad Valenciana) se retroalimentan de sus propios mensajes porque no van a correr el riesgo de decir otros que no saben cómo cumplir.

 

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