Políticos de saldo

Antaño el buen hacer en política era algo reconocido y valorado. La caballerosidad, el parlamentarismo y la buena educación mediaban y dirigían los asuntos públicos. Conceptos como el bipartidismo en EE.UU., donde el «fair play» y el juego limpio de respeto a la mayoría y la minoría se conjugan en los temas clave, o la modélica transición española, dónde se sentaron a pactar una Constitución y a poner en pie a todo un país desde el respeto al otro, el pacto y el diálogo hasta la extenuación, son ejemplos de cómo debería ser el ejercicio de la «res pública», de cómo nuestros representantes públicos se deberían de comportar y ejercer su mandato representativo de la soberanía popular y la encarnación del poder ejecutivo al servicio de los ciudadanos. Pero a día de hoy, nada más lejos de la realidad.

Nuestro sistema democrático, acaecido de muchos y profundos problemas que hacen que se ponga más de lo que se debiera en entredicho, además ha de soportar unos actores que dejan mucho que desear, poniéndolo a veces en la picota. Si nos centramos en la Comunidad Valenciana, el nivel de ciertos nombres propios que se dedican a este menester es de juzgado de guardia. Políticos de saldo, que auspiciados por las redes sociales -verdaderas centrifugadoras de dimes y diretes-, que rayan el esperpento y la mala praxis. La torticera utilización de esas redes comunicativas de internet, basadas en la impunidad y en el regate corto, en las manos de estos elementos que juegan con la política real y nuestras instituciones, hacen que se conviertan en meros perfiles abusadores del insulto y la descalificación.

Que una persona como Ximo Puig, el cual pretende dirigir la Generalitat Valenciana -aunque sea sacando los peores resultados de la historia del PSPV y pactando con todo lo que se mueva- se descare de manera inconveniente y abrupta por las redes sociales no es de recibo. Y menos aún la actuación de ciertos escuderos suyos, como Josep Moreno, que ha hecho de sus intervenciones en las Cortes Valencianas monumentos al exabrupto y la malidicencia, la cual también observamos en sus perfiles sociales. Sólo saber hacer oposición desde el matonismo y el linchamiento no es aceptable. O más aún Rafael Xambó, representante de Compromís en Canal 9, el cual sólo desde el insulto barriobajero y la prepotencia intolerante parece que ejerce su función, repartiendo estopa a diestro y siniestro desde internet.

Parece que esta izquierda que nos ha tocado sufrir sólo sabe expresarse desde la descalificación. Aupados quién sabe a dónde por una altura moral autoimpuesta, desde la cima de la ejemplaridad y la razón conceden patentes de corso a quién les baila el agua según su parecer, y a quién no, pues a acribillarlo de manera inmisericorde. No nos merecemos estos políticos de saldo, mejor estarían en una feria.

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