Una inversión muy rentable

Como somos olvidadizos, como somos ingratos y además nos cuesta mucho reconocer lo bueno que tenemos a mano; como perdemos mucho tiempo discutiendo sobre la lengua y poco construyendo nuestro futuro, hoy quiero hablar del Palacio de Congresos. Que ha cumplido 15 años de buenos servicios a la economía valenciana.

Yo esperaba, si les digo la verdad, un gran homenaje, un festorro por todo lo alto. Con discursos grandilocuentes. Incluso llegué a imaginar que el empresariado valenciano, que hace solo unos meses se opuso al proyecto de ampliación formulado por el Ayuntamiento, reconocería públicamente el gran papel que el Palacio de Congresos de Valencia ha desempeñado en los últimos quince años de andadura, con crisis y sin ella, a favor de la quebrantada economía valenciana.

Pero no. Ni siquiera el PP ha querido poner un subrayado al hecho evidente de que el Palacio de Congresos de Valencia, en 15 años, ha sido marco de 2.300 eventos de todo tipo –de ellos, 600 congresos propiamente dichos– con nada menos que 1’6 millones de espectadores. Nadie, ni en el Ayuntamiento ni en la patronal, ni en la Feria ni el Cámara de Comercio, ha querido recordar que el centro valenciano de congresos ha generado una repercusión de 832 millones de euros en la economía valenciana, lo que significa que está ya mucho más que amortizado… por más que siga habiendo –entre nosotros y fuera– quien diga que Valencia es “la tierra de los despilfarros”.

Y es que, lo digo de todo corazón, me he quedado esperando estos días que la CEV, tan crítica con la institución en defensa de una Feria de Valencia –que ha tenido que ceder parte de sus vacías instalaciones para convertirlas en centro comercial– no se avenga a reconocer que la “cartera de pedidos” con la que el Palacio de Congresos de Valencia trabaja, en el horizonte de los próximos seis años, incluye ya 650 eventos de todo tipo con un coste aproximado de 45 millones de euros.

En estos quince años, la Valencia que soñaba con tener un turismo que le proporcionara un millón de pernoctaciones al año, hace tiempo que, pese a la aguda crisis, vive por encima de los dos millones de pernoctaciones. En buena medida, esa es una realidad que hay que atribuir al Palacio de Congresos y, en general, a los valores de una ciudad que se ha convertido en referencia internacional gracias a la America’s Cup y a la arquitectura de Santiago Calatrava.

José Salinas, el director del palacio de Congresos, es una persona discreta y cautelosa. Estos días apenas se le ha escuchado decir que el Palacio de Congresos de Valencia «ha cumplido suficientemente su objetivo de incrementar la actividad turística de reuniones de la ciudad».

En su día, el 2 de julio de 1998, el rey don Juan Carlos fue mucho más contundente y expresivo cuando dijo, en su discurso inaugural, que “en este Palacio de Congresos. Valencia da fe de su espíritu dinámico y su voluntad de proyectarse en el futuro”, una idea que refrendó con otra que nos viene marcando durante estos últimos quince años: el edificio de Norman Foster “expresa con rotundidad la imagen de una nueva Valencia”. Que no se proyecta solo a través de arquitectos y arquitectura, sino con nuevos rumbos de actividad que llevan aparejada fe en lo que se hace y el dinamismo creador que nos caracteriza.

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