Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Una sociedad divergente

La divergencia se ha instalado entre nosotros. Y no nos referimos a la aplaudida saga de Verónica Roth, aunque nos describa una sociedad que busca enmendar los errores que la llevaron al fracaso. Roth nos invita a participar de 5 elementos o cualidades diferenciadoras: la Abnegación, la Verdad, la Cordialidad, la Erudicción y la Osadía. Cualidades opuestas a aquellas que cegaron y llevaron al desastre a esa sociedad.

Nos hemos convertido en divergentes, encerrados en un individualismo protector potenciado por los efectos de una globalización que relativiza y condiciona nuestras vidas en un escenario público dominado por las redes del ciberespacio.

La discordancia, la discrepancia y la disconformidad han perdido ese espíritu de conciliación, de búsqueda de espacios comunes, por el efecto de esa radicalización de la modernidad que nos describe Giddens. El Debate político es rehén de los titulares, la Política está secuestrada por falsos Maquiavelos y la sociedad sufre una pandemia como consecuencia de la pérdida de referentes éticos. Todo no da igual, ni todos son/somos iguales. Somos rehenes de un falso igualitarismo, loado por los profetas del populismo.

Hemos perdido esa referencia de los clásicos, que utilizaron la utopía en la búsqueda de estados ideales de superación de la humanidad, tanto desde el punto de vista socio-político como religioso. Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomas Moro, e incluso nuestro universal Miguel de Cervantes, con El Quijote, en el día del aniversario de su nacimiento, nos revelaron las imperfecciones del hombre en sociedad y las pautas para superarlas.

Las amenazas globales ponen al descubierto las debilidades de las sociedades complejas. Las advertencias y compromisos desde la tribuna global de Naciones Unidas de estos días, con nuestro monarca a la cabeza han puesto en valor ese espíritu utópico que debe envolver los más altos ideales de la humanidad.

Y aquí en este pequeño rincón del mundo, la política de la imposición de la Izquierda barre cualquier forma de consenso. Solo hay una verdad, la suya y eso es un mantra que ocupa todos los espacios provocando la distopía, el desengaño de sociedades donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal. La superioridad moral que esgrimen empieza a resquebrajarse ante un debate ideológico que tienen perdido. Los saltos al vacío ante las nuevas fórmulas elaboradas por los laboratorios sociales de la izquierda generan un vértigo amenazante.

El populismo inherente al socialismo del Siglo XXI bebe de esa divergencia negativa, rompiendo consensos y estableciendo nuevos dogmas de fe. Los nuevos ímpetus divergentes no pueden imponerse aún cuando han preparado el escenario a sus intereses. No nos lo podemos permitir. Hemos de recuperar ese espíritu kantiano de superación, ese beruf que Weber tan bien nos describió en la Política como vocación. 

El momento crucial que vivimos como sociedad nos demanda una nueva utopía, trascendental para seguir fortaleciendo nuestras instituciones democráticas. Debemos acometer la regeneración desde la divergencia y buscar nuevos espacios comunes de consensos, apelando a la ética de la responsabilidad y a la de las convicciones como elementos complementarios. Apelemos pues a la utopía de lo divergente, para plantear alternativas.

En palabras de Weber: “Es cierto que una política eficaz es siempre un arte de lo posible. Pero no es menos verdad que, a menudo, lo posible sólo puede alcanzarse yendo más allá, para alcanzar lo imposible”.

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