Me asaltan en estos momentos una serie de calificativos descalificantes: indignidad, injusticia, sectarismo, manipulación, persecución, imposición, desvergüenza, abuso de poder, corrupción, posible prevaricación, etc. Y resulta que esto me ocurre ante actuaciones “en el ejercicio de su cargo” del alcalde de mi querida Valencia, Joan Ribó (así como del Presidente de la Generalitat, Chimo Puig).
Este señor se ha permitido ceder gratuitamente un espacio público –nada menos que el Palau de la Música- (que pagamos todos los valencianos), a un “cómico” que ofendió a España, limpiándose las narices con nuestra enseña nacional. Esto lo ha hecho un servidor público, el representante de todos los valencianos, el que maneja nuestros dineros a nivel municipal, y que decide junto con el forro de su chaqueta (o de su jersey), ceder un espacio que es de los valencianos, a quien ha ofendido a los españoles.
Porque nuestro Código Penal, en su artículo 543, del Capítulo VI sobre los delitos de ultrajes a España, establece que: “Las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus Comunidades Autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad, se castigarán con la pena de multa de siete a doce meses”. Y así mismo, en el artículo 6.1 del mismo Código Penal –que conviene recordar se reformó siendo ministro Belloch, del PSOE, aunque obviamente esto ya existía en el código anterior-, establece que “la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento”.
Pues bien; el Sr. Alcalde de Valencia ha decidido “colaborar” con quien ha ofendido a España, amparándose en una supuesta libertad de expresión. Y yo me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a tragar con tanta ignominia? ¿Por qué se habla de libertad de expresión para ofender a España y colaborar en esa ofensa, mientras que no es libertad de expresión pensar distinto al Sr. Ribó?
Hace unas semanas, a VOX se nos impidió celebrar un acto político en el Salón de Actos de un colegio, en el que habían participado en otras ocasiones absolutamente todos los demás partidos. Y VOX Valencia no recibió una llamada del Sr. Ribó ofreciéndonos un espacio público para dicho acto político, cuando VOX es un partido legal, democrático, constitucional, y que respeta, defiende, y lucha denodadamente por el respeto al ordenamiento jurídico. ¿Dónde estaba el Sr. Ribó entonces? ¿A por uvas?
En España es libertad de expresión atacar las creencias religiosas mayoritarias del pueblo español, atacar a la familia natural, adoctrinar a nuestros hijos, manipular en los medios de comunicación, subvencionar asociaciones sectarias y contrarias al orden constitucional. Sin embargo, no hay derecho a la libertad de expresión para defender la vida, la familia, la infancia, la patria potestad, el amor a la Patria, la Fe cristiana, o para opinar sencillamente distinto al relativismo impuesto por los “dominadores y manipuladores del pensamiento crítico”. Hoy en España, vivimos un mundo al revés; y el Sr. Ribó es una muestra de ello.
En Valencia, y en toda España, es preciso, es imprescindible que las cosas cambien. La ciudadanía ya está despertando y no “traga” con tanta injusticia, con tanto sectarismo, con tanto “frentismo”. Para el Sr. Ribó las víctimas son los culpables, y los culpables son víctimas; Valencia es súbdita de sus queridos “Países catalanes”, y los que han intentado dar un golpe de Estado en España son “pobres presos políticos” acosados por un Imperio totalitario. Pero los valencianos ya no nos creemos tanta falsedad. En Valencia las cosas van a cambiar, porque con este alcalde a los valencianos nos quedan dos telediarios.
Por eso hay que dar un paso, dos, tres; por eso, hoy hemos de ser “unos revolucionarios”. Y se puede; ¡ya lo creo que se puede! Empezando por el primer pasito. Decía San Francisco de Asís (con perdón del Sr. Ribó): “empieza haciendo lo necesario después lo posible y de repente te encontrarás haciendo lo imposible”. Sólo así cambiaremos las cosas; sólo así conseguiremos que no nos roben el futuro.
José María Llanos
(Presidente Provincial de VOX Valencia)