Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Vísperas de pasión

Rememorando a Plutarco, los “idus de marzo” han pasado. Otra cosa en que hayan acabado a tenor del ambiente político en el que algunos se han instalado. Un “algunos” que hace referencia a esa especie humana tan variopinta que anida por todas las fuerzas políticas, medrando e impartiendo lecciones sobre su supuesta superioridad moral e intelectual sobre el resto de los mortales. Un don de la oportunidad que les hace infalibles, eso sí, cuando tienen el aire a su favor. Cuando vienen mal dadas, cuando no se les hace el juego que a ellos les interesa, cuando hay que meter los riñones, cuando de lo imposible hay que hacer lo posible, ahí no los esperes. Ahuecan ala y si te he visto no me acuerdo. Plutarco tenía razón, el magnicidio sigue latente en la res pública. Ya lo advertía el inmortal Shakespeare en su Julio César, ¡cuídate de los idus de marzo! Una alegoría que sigue patente en esta semana de Pasión.

Mientras esa gran España católica (vía CIS), y la otra también, y aquella a la que el incienso le provoca sarpullidos de cosmética ideológica, se dispone a disfrutar del recogimiento de los días finales de la Cuaresma como preparación a la gran fiesta de la Pascua, la España vital que nos decía Ortega, la otra, la Oficial se prepara para la segunda cita electoral de este intenso año. Con el decreto de Convocatoria se da el pistoletazo de salida a unos 54 días de vorágine política, que finalizarán el 24-M con la apertura de dos urnas decisivas para el futuro político en esta tierra. Mientras miles de cofrades inundan nuestras calles y plazas tras los pasos procesionales, la cuenta atrás se pondrá en marcha de forma inexorable. Oración y Tradición en esta Semana de Pasión, donde esa España vital se reencuentra consigo misma.

Entramos en una carrera vertiginosa, de idas y venidas por toda la geografía patria de caravanas multicolores que se lanzan a la caza del voto, ese precioso trofeo que acredita la legitimidad democrática de aquellos que alcanzan la gloria electoral. Tras la experiencia andaluza, las fuerzas políticas han disfrutado de unos días para la reflexión y la autocrítica. Había que interiorizar el mensaje de una ciudadanía que, por mucho que intenten vendernos algunos, es la verdadera protagonista de esta historia, su propia historia. Son momentos difíciles, sin duda. Mientras en lo económico empezamos a recobrar el aliento, en lo social, las cicatrices de la crisis, provocada por aquellos que ahora nos venden las recetas para evitarla sin ningún pudor, siguen abiertas y supurando.

Como diría Lincoln en su famoso Discurso de Gettysburg, una crisis que ha puesto a prueba a nuestra nación, a nuestra tierra, y a cualquier otra así concebida y así dedicada, generando un escenario en el que no se puede resistir mucho tiempo. Biografías desgarradas por los efectos nocivos de unas políticas al servicio de la ideología y no de las personas. Por ello, nos corresponde a nosotros los servidores públicos, devolver la esperanza a esa ciudadanía contrariada por aquellos en quien confiaba. Debemos asumir esa gran tarea inconclusa desde el 78 para fortalecer la arquitectura institucional iniciada en la Transición que nos proteja ante los avatares del mal uso de la Política. De esos errores debemos aprender para superar las dificultades y levantarnos una y otra vez. Una tarea inmensa por, de y para nuestros conciudadanos para recuperar ese espíritu cívico desde la Libertad y el legítimo gobierno del Pueblo.

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