Nit a les Arts: pase y véanos por dentro

Los que han ido al Palau de les Arts alguna vez quedaron tan asombrados como los “novatos”.  El espectador veterano se prometió repetir y algunos de los debutantes dijeron que valdría la pena comprar entradas en septiembre. Un año más, “La Nit a les Arts”, en la noche del sábado al domingo, ha dado a conocer por dentro el gran teatro valenciano de la ópera. Y lo ha hecho, como la intendente Helga Schmidt quiere que sea: “a coste cero” y con la colaboración de todos los empleados.

Entre las muchas personas que se acercaron a participar de esta noche especial hay que señalar la presencia del director de Culturarts, Manuel Tomás, que compartió con el público un recorrido general que empezaba por la exposición del vestuario de la ópera “Otello”, recientemente puesta en escena. Ángel Valero, coordinador de programación de Les Arts, fue uno de los técnicos de la casa que atendieron a las visitas durante la noche.

Un año más, el esfuerzo técnico y la vocación artística de la casa de la ópera se ha puesto de manifiesto en la “Nit a les Arts” que, en el peor de los casos, reconcilia al gran teatro lírico con el contribuyente: “Al menos que nos dejen conocer algo, ya que lo pagamos entre todos”, se le oyó decir a un señor al final de la representación.

En seis turnos de 240 espectadores, el público asistió, durante cuarenta minutos, a una representación en la que los jóvenes del centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo interpretaban piezas selectas de óperas famosas. Handel y Mozart, Dvorak y Gershwin servían de pretexto para que la técnica escénica mostrara el poderío de Les Arts. Porque un anillo decorativo tan grande como una rotonda de tráfico subía y bajaba ante los ojos atónitos del público mientras la cantante Anabel Pérez, bien asegurada con arneses, descendía en una plataforma que colgaba de una guía situada en el techo interior de la gran caja escénica, a 70 metros del suelo.

El foso se abría, el telar teatral se movía… Las plataformas, tan  grandes como un autobús, se desplazaban  a la derecha y la izquierda del espectador en un espacio oscuro, tan gran como la nave mayor de la Catedral y mucho más alto que su cimborrio. Porque la ampulosa arquitectura exterior de Santiago Calatrava se hace especializada y exigente en el interior, al servicio de lo que el público tiene que oír y ver. Mientras tanto, los técnicos de escena, en su exhibición, procuraban que el espectador pudiera conocer desde su butaca el complejo tejido técnico de luces, tensores y telares que a veces se parece a los entresijos de un submarino y otras se nos figura la tecnología de una nave espacial. El número fuerte de la exhibición, fue cuando todo el público viajó suavemente, adelante y atrás, para mostrar que igual que se mueve a 240 personas se pueden desplazar el decorado de unas pirámides de cartón piedra para poner en escena “Aída”.

Y por fin, lo más esperado: la visión de la gran sala, el patio de butacas y las plateas. Es el final del espectáculo, cuando se levanta el telón de boca del teatro y todo queda iluminado. Los aplausos sonaron una vez más para dar las gracias a la aparición de todas las sillas, atriles y partituras de la orquesta, que ascendían desde el foso teatral.

Mientras tanto, en tres escenarios distintos, otros grupos de público pudieron disfrutar, a lo largo de la velada de más música y espectáculo. Desde las nueve y media de la noche hasta la una de la madrugada del domingo, en los espacios de Les Arts se dieron ocho funciones de media hora de duración: en al área interior de Los Toros,  miembros de la Orquesta de la Comunitat Valenciana interpretaron tres sesiones de música clásica, con piezas españolas e internacionales.

Alternando sus horarios, el público, en  las terrazas exteriores, tuvo música ligera, pop, latina, jazz y música de inspiración árabe hasta la madrugada. Tanto en las terrazas que miran al río como las recayentes a la ciudad, los alumnos de Berklee College of Music dieron muestra de su gran capacidad musical, mientras el público podía cenar o tomar una copa en los bares especialmente montados al efecto.

En esta “Nit a les Arts” también se vio muy animado, en la planta baja, al nivel de los estanques, el restaurante “Contrapunto” que ha abierto sus puertas recientemente y que cuenta con una agradable terraza para tomar una copa en calma.

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