VALENCIA NEWS

Los Derechos Humanos no son negociables

Los Derechos Humanos son innegociables, o así deberían serlo. Para ello lo primero que debemos hacer es creérnoslos. No todo vale. No vale, o no debiera valer, negociar y hacer negocio con países que no respetan de manera flagrante los Derechos más básicos de las personas. Desafortunadamente estamos acostumbrados a todo lo contrario. Países que no respetan los derechos de las minorías, de las mujeres, o de determinados grupos humanos políticos o culturales, son a menudo interlocutores válidos para los gobiernos de Occidente, los cuales, se entiende, sí respetan los Derechos Humanos.

La Unión Europa tampoco puede ser ajena a este hecho, pues entre sus objetivos no sólo se encuentra el de acatar y proteger los derechos y libertades de sus ciudadanos, si no que tiene entre sus máximas la de difundir y promocionar los mismos en todo el mundo. Es por ello que actitudes como la de ‘externalizar’ el problema de los refugiados sirios en Turquía, es cuanto menos, un acto contrario a la libertad y la seguridad de las personas que huyen de la guerra. La Unión se sacude el problema y paga, sin paños calientes, a un tercer país para que se responsabilice de sus asuntos más complicados y espinosos.

Con respecto a Turquía, la Unión Europea ha tenido un doble rasero, debemos reconocerlo. El país otomano sí nos ha servido para resolvernos la cuestión de los refugiados, sin importar si eso contravenía o no los convenios y los acuerdos en materia humanitaria, pero sin embargo, sí se le ha exigido en muchas ocasiones, cuando ha solicitado formar parte del club de los veintisiete, que cumpliera al máximo con todas estas cuestiones.

Ahora, Turquía ha suspendido la convención europea para los DDHH, y lo peor de todo, es que poco se puede hacer, pues al fin y al cabo, siguen siendo un territorio clave para la llegada de petroleo, el control de fronteras exteriores o el turismo. Hemos tratado durante demasiado tiempo al pueblo turco como menor de edad, y ahora, ha llegado a su poder un Gobierno capaz de replantearse la reintroducción de la pena de muerte. Algo estaremos haciendo mal cuando ni a nuestros vecinos más inmediatos les podemos contagiar nuestra supuesta pasión por la libertad, la igualdad y el respeto.

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