Tristano: » Bach era un «friki» tecnológico y le gustaría la electrónica»

Francesco Tristano, un pianista de formación clásica llegado a la electrónica de manos de «tótems» como Carl Craig o Jeff Mills es una de las citas atípicas del festival Sónar que empieza mañana, y lugar donde asegura sentirse un poco «bicho raro», pero no más que los «puristas» reacios a los cambios.

Este experimentador nacido en Luxemburgo en 1981, aunque con estudio en Barcelona desde hace diez años ha elegido como lugar de entrevista el show-room de una prestigiosa tienda de pianos de la capital catalana y lo hace para sentarse junto al elegante instrumento con el que el jueves presentará Piano 2.0 (Sónar Complex, 19:00 horas).

Intérprete prodigioso -de imagen angelical que haría las delicias de cualquier realizador de anuncios de moda- Tristano combina en su propuesta piano, teclados, sintetizadores y ordenadores portátiles sin abandonar las referencias académicas, de las que Bach, de quien grabó, entre otras piezas, las variaciones Goldberg, es piedra angular. De hecho, tiene como proyecto una integral del prolífico compositor alemán y explica a Efe que «si viviera, Bach estaría en el rollo electrónico porque fue un ‘nerd’ -friki de la tecnología- musical de su época», argumenta convencido este joven, que debutó como solista en 2000 con la Orquesta Nacional Rusa tras estudiar en Bruselas, París y graduarse en la Julliard de Nueva York.

«No sé si soy tan clásico. Empecé a tocar el piano con cinco años y siempre he estado improvisando y componiendo. Cuando descubrí la música electrónica tuve claro que quería participar en ella, y lo hago con el piano, que no es un instrumento electrónico, aunque creo que sin él, los sintetizadores no habrían existido nunca», remarca. Con apenas 15 años, el «Around the world» de Daft Punk, un «hit» planetario irrepetible, le derriba conmocionado, e inicia entonces una segunda educación autodidacta, al margen del conservatorio, para aprender a producir esa música no acústica que tanto le intrigaba.

Sus primeros pasos en el techno y la electrónica fueron por medio de versiones de temas de Derrick May, Autechre o Jeff Mills de quien ofrece una impresionante adaptación en «The Bells», recogida en el disco «Not for piano» de 2007, que incluía además composiciones propias, y al que seguirían «Auricle bin on» (2008), «Idiosynkrasia» (2010) y «Bach/Cage» (2011). «La gente sigue mi propuesta, no tanto porque le guste, sea buena o mala, sino porque busca propuestas que se salgan de las etiquetas», defiende.

Entre Colonia y Corea del Sur

La agenda de Tristano para este verano está llena de «bolos» que le pondrán delante de jóvenes «ravers» en un festival de Colonia o frente a una venerable audiencia de un recital en Corea del Sur para presentar su último trabajo «Long walk» (Deustche Grammaphone) con composiciones de Buxtehude y Bach. Su actual rutina es «maleta, hotel, checking y tocar y al día siguiente, otra vez», un día recital y otro un directo electrónico. «Pero me gusta, porque si todos las jornadas fueran iguales me aburriría», reconoce.

Aún recuerda la revelación que tuvo en su primer concierto: 13 años, una selección de Mozart, Bach y Debussy, y un público formado por el círculo de su madre. Ninguno de sus amigos acudió. Ese vacío generacional le hizo reflexionar acerca de la barrera invisible que se levantaba allí. «Decir que hay música y luego está la música clásica es artificial. Mucha de la que actualmente se considera música clásica era popular en su día. Mozart nunca escribió una sonata clásica, sino que compuso lo le dio la gana, lo que la gente quería escuchar. El clasicismo es un invento de mediados del siglo XIX», explica Tristano, quien evita a toda costa etiquetarse.

 

Soy un pianista que hace música electrónica

«No sé que soy, si soy barroco, neobarroco o retrotechno, pero eso no me interesa. Soy un pianista que hace música electrónica, esa paradoja es la que me permite crear», comenta un artista que quiere combatir la imagen elitista que para muchos tiene el piano.
«No olvidemos que fue la guitarra eléctrica de hace 150 años, un instrumento fascinante, y espero que con mis propuestas algunos jóvenes se interesen por él».

Para Francesco, el Sónar, en el que actúa por cuarta edición -aunque por primera vez en solitario, ya que antes lo hizo con Aufgang, su proyecto paralelo y con el productor Murkof- es una referencia ligada inevitablemente a la capital catalana. «Sería ya muy difícil imaginar a Barcelona sin el Sónar. Tengo grandes recuerdos no sólo de mis actuaciones sino también como espectador», rememora. Pero lamentablemente este año, los compromisos no le dejarán disfrutar de las demás actuaciones programadas. 

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