Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Nicolás y otros impostores

La impostura de El Pequeño Nicolás, codeándose con lo más granado de nuestra sociedad, no es nada nuevo bajo el sol.

En España tenemos numerosos precedentes, desde Carlos Mulas, inventándose una falsa columnista, Amy Martin, para cobrar unos artículos realizados bajo cuerda para la revista que dirigía, hasta Enric Marco, quien se autoproclamó representante de los españoles represaliados por los nazis sin haber estado jamás en un campo de concentración.

También es española, curiosamente, Alicia Esteve, la barcelonesa que habló públicamente en nombre de todos los afectados por el atentado del 11-S y recibió parabienes de dos alcaldes de Nueva York sin haber pisado nunca las Torres Gemelas.

Ya ven si son imaginativos o no nuestros compatriotas. Hay que decir, sin embargo, que se les pilla en seguida, como a El Pequeño Nicolás, cuya aventura apenas ha durado unos meses.

Trayectoria más dilatada tuvo en cambio el dúo Milli Vanilli, premiado sin saber cantar; el estafador Victor Lustig, que vendió la Torre Eiffel y que fue capaz de engañar al mismísimo Al Capone, o el versátil Frank W. Abagnale Jr., a quien dio vida Leonardo de Carpio, en la película de Steven Spielberg Atrápame si puedes.

Querer vivir otras vidas no es, pues, nada infrecuente. Hacerlo con trampa resulta ya más difícil. Y perseverar en el engaño es prácticamente imposible: que se lo pregunten, si no, a tanto mediocre político español que ha tratado de hermosear falsamente su biografía para descubrirse al final que sólo se trataba de un pobre diablo.

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