Confecup: más que fútbol

En este escenario, la selección aterriza como la heroína de la pesadilla veraniega. Este año, el campo de batalla es la Copa Confederaciones, un título inventado por la FIFA. La excusa perfecta para calmar el ansía estival de fútbol y disfrutar de las pretendidas mejores selecciones del mundo. 

Pero el poder de la Roja va mucho más allá y se convierte en un elixir capaz de sanar los fanatismos y confrontaciones entre clubes, uniendo a una sola voz a los aficionados de grandes y pequeños equipos, incluso a los que durante el curso se declaran ateos de la que, según Manuel Vázquez Montalbán, es “la religión más extendida del planeta”, el fútbol.

Así, movidos por una fuerza sobrenatural, más de cinco millones de españoles son capaces de trasnochar para ver –en un horario más propio de NBA- a su equipo, al equipo de todos, jugar su primer partido de la Confecup. Un título que más que un título es un capricho. Como el niño que ambiciona terminar su colección de cromos, así aguarda la absoluta a ver completo su palmarés.

La irresistible fuerza unificadora del juego de la selección conlleva en ocasiones incongruencias que, de no estar en este limbo veraniego, algunos tacharían de auténticas blasfemias.

Por primera vez, la titularidad de Casillas después de casi cinco meses, hermanó a madridistas –y algunos moudridistas- y culés –aunque muchos quizá movidos por el desencanto con Víctor Valdés-, que coinciden en que el capitán es el principal bastión de la Roja. En el mismo terreno de la centenaria rivalidad entre blaugranas y merengues, la selección consigue otro hecho sorprendente: la pasión por un mismo estilo de juego. O, dicho de otra manera, que el madridista más acérrimo disfrute del fútbol de toque, seña de identidad en Camp Barça.

Este, a veces disparatado, poder reconciliador de la selección, trasciende los dos grandes torreones de la Liga y también es capaz de vivificar a una afición abatida. El valencianismo, gracias a la Roja, volvió a ser grande. Unido de nuevo por las botas de Roberto Soldado, se vio reconocido y celebró el gol de su capitán como un título propio.

El puesto de Champions arrebatado en el último momento, el golpe de timón en la directiva, la caída de la última pieza del mejor Valencia CF y las desestabilizadoras declaraciones del propio Soldado; desaparecieron cuando el nueve saltó al terreno de juego y en su lugar surgió un renovado sentimiento de orgullo blanquinegro.

La selección española es la mejor selección de todos los tiempos, pero su verdadero mérito, más allá de los títulos, es su poder de unión. John Carlin asegura que “si el fútbol no existiera, habría que inventarlo”. Yo digo: “Si esta generación de fútbol español no existiera, habría que inventarla”.

 

Paula Toledo (@paulatolvi)

Ir arriba