Más globalización, menos pobreza

 

 

Hace unas semanas, el director de investigaciones del Banco Mundial, Branko Milanovic, ofreció un adelanto de su chocante descubrimiento en materia de desigualdad económica: el 8% de la población mundial concentra el 50% de las rentas generadas en todo el planeta. Es más, mientras que el 1% más pudiente ha visto aumentar sus rentas en un 60% entre 1988 y 2008, el 5% más pobre no ha mejorado su posición en absoluto. ¿Conclusión casi inexorable? La globalización está acentuando la desigualdad mundial: los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres.

Sorprenderá, pues, que una vez publicado el informe de Milanovic una de sus conclusiones sea la siguiente: “[Comparando los datos], nos topamos con algo que puede tener una relevancia histórica: probablemente por primera vez desde la Revolución Industrial, las desigualdades sociales se han reducido entre 2002 y 2008”. El gozo globalofóbico en un pozo: ahora resulta que, en contra de los titulares manipulados, la mundialización económica ha marcado un hito igualitarista en la historia del desarrollo humano.

En realidad, no hay de qué extrañarse. Aunque parezca escandaloso que el 8% de la población perciba el 50% de las rentas generadas en todo el globo, bien haríamos en pegarle una repensada a sus implicaciones: en la actualidad, todos los habitantes de EEUU y de la zona del euro representan el 9% de la población mundial y obtienen el 40% de las rentas planetarias. ¿A alguien le extraña que seleccionando a los 570 millones de habitantes más ricos del planeta lleguemos a una distribución de 50%/8%?

Sucede que una vez nos damos cuenta de que cada uno de nosotros –también usted, querido lector– formamos parte de ese 8% de la población mundial más acaudalada, nuestro foco de preocupación deja de ser recaer en el nivel de desigualdad para pasar a hacerlo en el nivel de pobreza del 92% de la población mundial.  A saber, una vez resulta que los privilegiados somos nosotros y no otros, una vez resulta que no podemos sentir envidia hacia nosotros mismos, la preocupación del ser humano vuelve por sus cauces lógicos: no se trata tanto de conseguir que el 8% viva tan mal como el 92%, sino que el 92% genere la suficiente riqueza como para alcanzar el nivel de desarrollo del 8%.

Y en esta sede tengo buenas noticias: la globalización es un muy buen marco institucional para combatir la pobreza. Leamos, si no, el informe de Milanovic: “La sorpresa está en que el tercio más pobre de la población mundial también ha experimentado importantes ganancias en sus rentas reales, con incrementos que oscilan entre el 40% y el 70%. La excepción es el 5% más pobre de la población, cuya renta real se ha estancado. Es este aumento de las rentas de la base de la pirámide global lo que ha permitido que el número de pobres absolutos (según la definición del Banco Mundial, es decir, aquellos que disfrutan de una renta inferior a 1,25 dólares internacionales por día) haya descendido desde el 44% al 23% en los últimos 20 años”. En suma, la pobreza mundial se está reduciendo a ritmos jamás antes contemplados porque el 50% más pobre del planeta ha visto como su renta crecía hasta un 80% en dos décadas, empezando a convertirse en “una clase media global”, tal como reza en el informe. Un fenómeno inaudito en la historia de la humanidad del que deberíamos sentirnos orgullosos.

Ahora bien, ¿entonces a qué se debe que el 5% más pobre de la población global se quede estancado y que la renta del 1% más rico crezca a ritmos del 60%? Bastante sencillo: el 5% más pobre es aquella parte del mundo que hasta 2008 apenas había accedido a la globalización debido a las enormes trabas de sus caciques locales (especialmente, grandes regiones de África). En cambio, el 1% más rico representa a aquella población que ha contribuido a financiar la globalización elaborando los bienes que esa nueva clase media emergente ha empezado a demandar, esto es, los que han aportado hasta la fecha un mayor valor añadido dentro del proceso de internacionalización de nuestras economías.

Al contrario de lo que transmiten engañosos titulares de prensa, si queremos que la pobreza mundial siga reduciéndose tal como lo ha venido haciendo en los últimos 20 años, será menester profundizar en la globalización, esto es, en el capitalismo de libre mercado.

 

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