El efecto llamada

Algo empieza a cambiar en el ambiente que envuelve al Valencia CF. La afición ha respondido con entusiasmo a la llamada del club. Sin necesidad de fichar grandes estrellas, pese a la fuga del jugador más mediático, a pesar de la retirada del último mohicano, el valencianismo se ha ilusionado con el nuevo proyecto.

Algunos observadores no salen de su asombro y se muestran incapaces de entender el fenómeno extraordinario que ha empujado a miles de aficionados a hacer cola a las puertas de Mestalla bajo un sol abrasador. Acostumbrados a los reclamos clásicos, les sorprende esta reacción de apoyo cuando según su manera de entender el fútbol, se debería haber producido una desbandada de espectadores y, al mismo tiempo, esperaban una oposición feroz ante la gestión de los nuevos rectores. Tiempo habrá, que no desesperen los francotiradores camuflados

La explicación a este sorprendente efecto no es sencilla, no se puede formular en singular, se supone compleja porque se trata de la acumulación de varios factores que se pueden resumir en dos términos: credibilidad y transparencia. Sobre ambos pilares se fundamenta esta conmovedora muestra de lealtad que ha dado la parroquia del Valencia. El club está por encima de cualquier persona, sea el presidente o su jugador estelar, prevalecen los intereses de la entidad y se refuerza el nexo afectivo con sus incondicionales; la verdadera fuerza de un equipo de fútbol, sea el que sea, reside en su hinchada y en su estado de ánimo.

El valencianista, después de mucho tiempo, se siente reconocido y bien tratado porque se dan muestras constantes de sensibilidad. No se trata de palabras halagadoras ni de frases hechas, por vez primera en demasiados años, los hechos se corresponden con las promesas. La política para facilitar la asistencia de público ha dado sus frutos. No era tan difícil de entender ni de aplicar, pero más vale tarde que nunca.

La grada respira una fe ciega porque asume la realidad sin complejos y asimila el mensaje lanzado desde el nuevo equipo rector. Nadie formula otra promesa que no sea el del compromiso verdadero y la máxima entrega. Son otros tiempos. No hay hueco para el triunfalismo postizo, se acabó la demagogia. El discurso de Djukic ha prendido la mecha y ha generado una corriente de sensaciones positivas.

No es el momento para lanzar las campanas al vuelo ni para disparar cohetes; la situación global -con ‘b’- del Valencia no invita a caer en estas muestras de triunfalismo, y todavía quedan pendientes de resolver cuestiones fundamentales para el futuro del club, pero al menos, se empieza a hacer camino y se anda por la senda adecuada. No será fácil, seguro, pero los grandes retos exigen esfuerzos superiores y la historia del Valencia está repleta de esta clase de episodios.

 

Paco Lloret

Periodista

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