El Madrid es #Postureo

Los accesos a la ‘Bombonera de Orriols’ permanecieron absolutamente colapsados en los minutos previos al partido. A las horas previas, incluso. Un auténtico caos. Sólo algo hubiese podido empeorar la situación: unas gotitas de lluvia que, como todos sabemos, convierten a una mayoría de la población valenciana súbitamente en conductores noveles. Por suerte el cielo aguantó y no empeoró una situación ya de por sí dantesca.

Vamos con ejemplos prácticos: la zona habilitada para que la prensa y discapacitados pudiesen aparcar, a escasos metros de las taquillas del recinto, estaba hasta los topes a más de una hora de que arrancase el partido. Es cierto que el Real Madrid arrastra masas a nivel mediático, pero sólo había que fijarse en la vestimenta de algunos de los propietarios de los vehículos para percatarse de que no eran periodistas ni fotógrafos. Y, si lo eran, se trataba de periodistas y fotógrafos excelentemente vestidos. La envidia de la profesión, en ese caso. Podríamos concluir que algunos ‘invitados’ estaban usando unas plazas que no les correspondían, pero claro, eso sería malpensar.

El exterior de Orriols era una marea humana de colores más propia de un Barça-Madrid que de un choque semanal en el ‘cuarentón’ Ciutat de Valencia. Mucho madridista, muchísimo, sin pudor a mostrar sus colores, como debe ser. Cero incidentes, como debe ser. Quizá al socio granota, al de toda la vida, le moleste la excesiva presencia de aficionados merengues en el estadio, pero lo mismo podrían decir en Elche, Valladolid y tantos otros sitios. Mientras la afición levantinista consolida su base y sigue creciendo anualmente en tamaño, número e importancia, estas estampas serán habituales. El mal menor: que los más de 24.000 espectadores suponen la mejor entrada de la temporada, y que probablemente muchos de esos seguidores con camiseta madridista fueron con el dinero por delante a comprar la entrada. O el pase de temporada. Lo mismo da.

Pese a la trascendencia del choque, el mundo del fútbol tampoco hizo el esfuerzo previsible para este tipo de ocasiones en el palco de autoridades. Hubo ojeadores, sí, pero no tantos como en otras ocasiones. ¿Representantes? Por supuesto. Pero nada extraordinario: podría decirse que la zona noble fue el lugar más normal en un día atípico. Sólo la presencia del cantante Carlos Baute animaba un poco el cotarro, aunque no pudimos ver ningún canapé colgando en sus manos. Tras el partido, el venezolano pudo pisar el césped junto a su pareja y acompañantes.

Muchas de las críticas que tradicionalmente se le han hecho al madridismo y a todo lo que lo envuelve apuntan al ‘postureo’, ‘figureo’ o como se le quiera llamar. Un once de estrellas y no un equipo, la forma prevaleciendo sobre el fondo y otros tópicos. Los hombres con bufanda azulgrana y caliqueño en la boca miraban sorprendidos en la grada a algún señor trajeado y su señora caminar con paso firme por la zona de tribuna y con algún distintivo merengue. Las caras de extrañeza –“estos no son de por aquí»– les observaban de cerca.

Orriols no es el Bernabeu y, aunque siempre son bienvenidos los forasteros, aquellos se percatan de que las butacas no son igual de cómodas, no hay calefacción y que en el estadio hay mucho, mucho barro. Vamos, que el Ciutat no es el Bernabeu, como decíamos. Aquí se viene a sudar y no te regalan nada. El Levante se lo explicó a su rival sobre el césped con fútbol, seriedad y dos goles de bandera. La hinchada se vino arriba: “¡Madridista el que no bote!” Y un sector importante de la grada, diseminada por todo el estadio, no botó.

Ni falta que hacía. Con 2-1 y a pocos segundos del final, el gol sobre la bocina de Morata les dio motivos para saltar. Un vistazo rápido: cincuenta por ciento levantinistas, cincuenta por ciento madridistas. El tiempo estaba cumplido y el árbitro decidió hacerse el ‘sueco’ unos segunditos más, una jugadita más. Hasta que llegó el gol de Cristiano y su ‘PostureoSinCamiseta’. Demasiado esfuerzo, demasiado trabajo, demasiado honor granota para no tener premio. Con postureo y poco más, el Madrid se llevó tres puntos de milagro del Ciutat. Los forasteros se fueron contentos, los locales suspiraron y miraron al cielo. Pero emprendieron el regreso a casa con orgullo en el corazón.

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