Estandarte impopular

Roberto Soldado ha sido el referente en la delantera del Valencia, jugador indiscutible en el once, capitán y ojito derecho de la afición de Mestalla. Sus más de 80 goles le avalan en las tres campañas en las que ha vestido la camiseta blanquinegra, que además le hicieron merecedor de volver a defender los colores de la selección española. Su condición de titular, ser una de las voces autorizadas del vestuario y la gran estima que le tenía el valencianismo se las ganó día a día con trabajo y entrega.

Con la llegada de Amadeo Salvo a la presidencia, éste no tardó en subrayar en sus primeros discursos que Soldado sería el estandarte del equipo. Tras la marcha de David Albelda, el gran peso pesado del vestuario durante la última década, Salvo le puso en bandeja de plata a Rober erigirse como el nuevo líder del Valencia. Jugador de la tierra, con gran temperamento y respetado por compañeros y afición. Sin duda le venía como anillo al dedo, era el candidato idóneo.

Pero el fútbol no entiende de pasado, manda el “aquí y ahora”. Y aquí y ahora el valencianismo está quemado con el que era su jugador franquicia. Durante los días previos al debut de la roja en Brasil, el 9 hizo unas declaraciones “no cerrándose puertas a nada”, dejándose querer por el Atlético de Madrid y no descartando una hipotética marcha a Inglaterra. Un tres en uno en todo regla. Señoras y señores, aquí comenzó el culebrón Soldado. Se abrió el telón.

Es curioso, pero desde que él destapara la caja de los truenos hemos presenciado una función sin actor protagonista. El peso de la obra lo están llevando los secundarios: los hermanos Toldrá, agentes del jugador, y Franco Baldini, director deportivo del Tottenham. Resguardado en su camerino y en el backstage ibicenco, Soldado no ha querido asomarse al escenario, donde alumbran los focos y decir esta boca es mía.

Todo lo contrario que sus agentes, tratando de hacer picar al novato Salvo a los pocos días de hacerse cargo del club pidiendo un plus salarial para su representado. Desoyendo las iniciales palabras del presidente asegurando que no negociarían por menos de la cláusula, y ellos erre que erre a traer ofertas por un valor inferior. O convirtiéndose en pluriempleados haciendo labores de chófer para directores deportivos.

Aplaudo a aquellos jugadores que van de cara, que quieren marcharse a otro club donde les ofrecen un mejor salario y/o proyecto deportivo y no tienen reparos en decirlo públicamente. Desgraciadamente en el fútbol hay pocos tipos así, se estila más escudarse en los agentes o vender la moto en caso de una negociación rota gritando a los cuatro vientos que tu objetivo siempre había sido permanecer en el equipo de tus amores –generalmente acompañada de mejora contractual–.

Soldado no habla, pero autoriza a otros a que lo hagan por él. A falta de sus palabras, bastan los hechos. La estrella del Valencia ya no es aclamada por su público, de hecho, un simple vistazo a los foros de actualidad valencianista y redes sociales claman por su marcha, cláusula mediante. Los focos aguardaban pacientes a que el protagonista hiciese acto de presencia. El estandarte impopular regresó ayer sábado a los entrenamientos. Y en dos ratos, el ‘culebrón’ se desenredó definitvamente.

 

Quique Cambres (@QuiqueCambres)

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