Insensibles

Siempre he tenido la impresión personal, equivocada o no, de que hay ciertas situaciones que no tienen nada de espontáneas. Más bien al contrario, son una consecuencia directa de ciertos comportamientos.

El dirigente ajeno a la realidad del día a día, el político enfangado hasta el cuello o el coleguita trincón por excelencia, son consecuencia de aquellos que los aúpan primero y los consienten después.

Esta sociedad no condena el hecho. Primero pregunta quien es el causante, y si es «de los míos» lo disculpa con una sonrisa en la boca. Olvidamos muy a menudo que la ley distingue entre «autor, cómplices y encubridores».

O sea, que esbozamos una sonrisa en los labios porque fulanito se la pega a su mujer con una más jóven -y pensamos aquello de «¡que cabrito es el jodío!»-, pero ni se nos pasa por un segundo que nuestra mujer o pareja pueda hacer lo mismo. Y mucho menos la justificaríamos con una sonrisa.

Porque un trincón es un trincón, milite allá donde milite. Pero nos hemos acostumbrado a disfrazar las cosas cuando no nos tocan de cerca y a poner el grito en el cielo cuando nos afectan.

Y ahí quería llegar. Porque de eso precisamente se aprovechan los dirigentes de las organizaciones futbolísticas. Aquellos que saben que jamás se les girará una tribuna porque actúan con la impunidad del mando a distancia desde un despacho.

Aquellos que cambian horarios y joden a aficionados que ya tenían gastado dinero, hotel y billetes de tren preparados y ahora inservibles. Aquellos a quienes se la sopla que haya muertos y heridos, y envían un partido de fútbol a una embrionaria guerra civil. Aquellos que sancionan a un futbolista por mostrar una camiseta de apoyo a los niños que luchan contra el cáncer

A todos esos, les digo con total tranquilidad que os podéis ir a la mierda y quedaros allí, que es donde demostráis sentiros más a gusto.

Y les recuerdo, a los que mandan y toman decisiones en los clubes, que ellos también son culpables por auparlos primero y mantenerlos después.

La insolidaridad que sólo os hace ‘saltar’ cuando os afectan las cosas y el mirar para otro lado cuando el tema os es ajeno, os convierte en cómplices, señores presidentes de clubes.

Han convertido el fútbol en una amalgama de intereses económicos insensibles. Insensibles a las buenas causas, insensibles a la muerte, insensibles al aficionado. Sólo pasta. Sólo interés del teleoperador que paga.

Dicen que el fútbol siempre fue tan popular porque fue el deporte del pueblo. Ahora es simplemente un instrumento para generar dividendos en manos de teleoperadores. Sólo el buen corazón de los aficionados sostiene esta pétrea mole insensible de burócratas encargados de hacer caja.

Y por eso cada día esto da más asco.

Sólo nos queda acogernos al corazón del aficionado y al balón, para saborear lo poco que queda del deporte que tanto nos gustaba. Al resto de buitres, intentaremos ahuyentarlos a manotazos mientras podamos. Aunque cada día, resulta más difícil…

 

Manolo Montalt (@ManoloMontalt)

Director de La Taula Esportiva (NOU Radio)

 

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