La ceremonia de la confusión

Cuando Paco Roig accedió a la presidencia del Valencia hace veinte años, entre aclamaciones y un fanatismo, tan ficticio como desproporcionado, el valencianismo quedó seducido por un discurso rompedor que prometía un futuro repleto de gloria.

Quienes por coherencia no se subieron a ese carro y tuvieron la valentía de ir contracorriente, fueron tildados poco menos que de traidores a la causa, en el mejor de los casos, por una masa tan irracional que no tuvo reparos en renegar del hombre que había conducido al club de la miseria a una próspera estabilidad.

“Arturo, canalla, fuera de Mestalla”, le cantaron a Tuzón los exaltados de entonces que intentaron monopolizar en exclusiva la voz de la grada. El paso inexorable del tiempo puso finalmente a cada cual en su sitio. La honestidad de unos y el oportunismo de otros. Retrato de una dolorosa realidad. La ceremonia de la confusión.

La vehemencia irreflexiva generada en aquella época convulsa dejó secuelas en un ambiente tan enrarecido como irrespirable. El Valencia padeció una fractura social. El rodillo implacable de la adhesión popular al líder generó injusticias y episodios muy lamentables. Grandes referentes del valencianismo, avalados por una trayectoria impecable, fueron poco menos que condenados a la hoguera de la incomprensión y el rechazo. La impostura campó a sus anchas por un tiempo.

Años después, Roig, mucho más sereno y dialogante, admitía sus errores estratégicos y consideraba que los enfrentamientos cuerpo a cuerpo y el desafío permanente a quién consideraba enemigo le provocó un enorme desgaste. Aquella innecesaria pérdida de energía le terminó pasando factura.

El Valencia afronta en la actualidad un reto trascendental. La venta de la propiedad se está dilatando en exceso y está provocando una crispación peligrosa; empiezan a repetirse algunos hechos de aquel pasado que resultan inadmisibles. El linchamiento y la intimidación del que son objeto algunas personas, cuyo protagonismo en el desarrollo del proceso es relevante, no es de recibo ni puede tolerarse. Se están traspasando algunos límites de forma imprudente.

La exigencia de transparencia y el respeto a las normas establecidas constituyen premisas irrenunciables. Que gane la mejor oferta para el Valencia, la que ofrezca las mejores condiciones y las máximas garantías. Todas las voces coinciden en ello y, por tanto, la libertad a expresar las opiniones no se cuestiona, nadie tiene el monopolio absoluto de la verdad.

La grandeza del Valencia reside en la pluralidad y en la concurrencia de pareceres. Cuando se juega con fuego, se puede provocar un incendio. Luego, vendrán los lamentos.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Deportes7

 

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