La Familia Huracán

Cómo reflejar en un espacio limitado –limitado para evitar un tostón demasiado emotivo y sentimental- todo lo vivido el pasado domingo 30 de junio en Jaén, donde el Nuevo Estadio de la Victoria fue testigo de la crueldad máxima en el fútbol. Pasar del cielo al infierno en unos pocos segundos y por culpa de 30 malditos centímetros.

A esa ínfima distancia de la línea de gol se esfumaron los sueños de Segunda División en el Huracán Valencia CF, que más que un club en la calurosa tarde-noche jienense fue una familia más unida que nunca. Una ‘piña’ que disfrutó y animó al máximo en el viaje de ida y que luego se fundió en un abrazo y un cariño infinitos con unos futbolistas que lo habían dado todo por su gente.

El ambiente fue inmejorable desde primera hora de la mañana cuando entre ilusión y nerviosismo se iniciaba el largo viaje a Jaén, ciudad en la que Huracán Valencia se jugaría el histórico ascenso a Segunda División unas horas más tarde. Cánticos, petardos y mucha pero que mucha ‘germanor’ impregnaban a una expedición valenciana formada por unas 230 personas entre las que se encontraban familiares de los futbolistas. El gran Mario, con megáfono a cuestas, era uno de los que llevaba la voz cantante para que los demás no se ‘relajaran’ en lo que a dar cariño y amor se refiere por Huracán Valencia en el día más importante de su corta trayectoria.

Una vez en la ciudad andaluza lo peor fue el sofocante calor que recibió a la expedición, aunque sin incidentes que reseñar entre dos aficiones que dieron una gran muestra de respeto y cordialidad antes, durante y después del choque, cuando incluso los hinchas locales despidieron con aplausos a los autobuses que llevaban de vuelta de Valencia a toda la ‘familia Huracán’.

Un viaje de vuelta marcado por el dolor y la tristeza de lo vivido unas horas antes en La Victoria, pero en el que volvió a quedar demostrado una vez más que club y afición son todo uno, que no tiene precio ver como entran los futbolistas junto al presidente y cuerpo técnico en la estación de servicio donde se paró a reponer fuerzas entre aplausos, ovaciones y una muestra infinita de gratitud y respeto mutuo. Un apoyo especialmente sentido hacia el capitán Roberto Amarilla, uno de los protagonistas de la última y desgraciada jugada del partido para los intereses del club de Manises.

Pero sería injusto personalizar demasiado en este o en aquel, hay que hacerlo en toda esa gente anónima que trabaja dentro del club ya sea haciendo fotos, tratando con la prensa o grabando a pie de campo, y que junto a todos los demás anónimos aficionados de Huracán conforman un grupo que tuvo un largo y cansado viaje de vuelta a tierras valencianas. Pero no había desesperación ni pesimismo, sólo existía el convencimiento y la ilusión de que este es el camino marcado y que más tarde o más temprano los resultados llegarán, que sólo es cuestión de seguir manteniendo unida a la ‘familia Huracán’.

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