La pérfida Albión: piratas, mercenarios, el rey y su almirante

Mientras el Valencia se va en busca de goles a México, a su anhelado ‘El Dorado’ (Pabón), desde las islas británicas no hacen más que enviarle andanadas que amenazan con su estabilidad y ponen a temblar los cimientos del imperio. A modo de piratas deportivos, desde la Europa insular, y también la continental, los cañonazos parecen querer cebarse con un rey joven y, de paso, tantear su espíritu y decisión. Que si ahora Rami, que si ahora Mathieu, que si antes fue el Tottenham por Soldado, que si ahora son el Arsenal o la Florentina los que apuntan sus cañones para cazar a Guaita…

Pero nos ha salido un rey contestón, firme, con carácter, que no se achica ante nada y ante nadie y que, además, tiene en Djukic un almirante que ha demostrado que sabe atajar cualquier conato de rebelión. Brindo por ello. Porque a Salvo los motines le crecen casi a diario. Y, lo más doloroso del asunto, es que a las guerras de ultramar ahora hay que sumarle el fuego amigo, de los de casa.

El futbolista valenciano normalmente fue fiel hasta lo épico, no se rindió casi nunca y peleó aún a sabiendas de que la contienda deportiva que tenía por delante –entrar en Champions, por ejemplo- no fuera sencilla. Te podías fiar de él, de los de la ‘terreta’ porque te daban un plus de compromiso que el mercenario deportivo y de fuera normalmente no tenía. Ejemplos hay decenas, el último Albelda, sin ir más lejos. Esa forma de ser contagiaba al grupo y hacía más factibles las glorias y más llevaderas las penas y los sinsabores.

La tendencia parece tristemente invertirse. El nivel de compromiso está en mínimos históricos y no es un hecho exclusivo en el mundo del fútbol. Ahora, ante el más mínimo revés, el individuo baja los brazos, no lucha contra la adversidad y se acomoda. Y eso, o lo atajas rápido, o amenaza con destruir al colectivo. Entiendo que por dinero uno se marche a buscar un mejor futuro, pero lo que me parece indignante es que, después de sólo 90 minutos oficiales, ya haya futbolistas frustrados porque no juegan y amaguen con dejar el club, aunque después rectifiquen.

Y entiendo que esa situación les irrite, pero la receta es sencilla: canalicen ese malestar hacia el esfuerzo diario; aprieten los dientes, dejen de mirarse el ombligo y de dinamitar al grupo. Este es un deporte colectivo. Mathieu sin el Valencia no es nada; al igual que el equipo sin Rami o Guaita es menos Valencia.

 

David Torres (@DavidCanalNou)

Periodista Ràdio Nou

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